jueves, 19 de noviembre de 2009

Cómo dejar de pensar (definitivamente) en Mónica Belucci



- Necesito dejar de pensar en Mónica Belucci, ¿me puede ayudar?

Todo cansa, ya ve. Hasta tener en la cabeza permanentemente a Mónica Belucci (o a G. Clooney). Quien lo diría. Si usted es psicólogo y pasa consulta sabrá que muchas personas vienen a que les saquemos cosas de la cabeza o a que les pongamos otras. Somos una especie de peluqueros. “Córteme estas puntas y luego me alisa….”. Comienza entonces una operación en la que a veces encuentras obsesiones donde pensabas encontrar preocupaciones.

Las obsesiones crecen en unas islitas particulares, allá al fondo del cerebro. El problema es que se parecen a la “mala hierba”, o sea, esa que crece en cualquier sitio y que parece no necesitar ni agua, ni sol para dominar el territorio asentado.
Para que florezca una obsesión se necesita un abono específico. El abono “perfeccionismo nitrogenado” facilita el crecimiento de una gran variedad de plantas de esta índole, Si abona con “Responsabilidad excesiva” las obsesiones tendrán otro sello distinguible,…

Descifremos la anatomía de estas plantas. Generalmente están compuestas de:

Una situación disparadora
Una o más obsesiones
El malestar o ansiedad
Los rituales

En todas las obsesiones hay una SITUACIÓN DESENCADENANTE. Lo malo es que no siempre es evidente porque muchas veces ese disparador es un simple pensamiento, un recuerdo, una sensación corporal,..

Luego encontramos la OBSESIÓN en sí. Las obsesiones son procesos automáticos que no dependen de la voluntad. Esto parece ser difícil de entender para el común de los observadores, incluyendo a la propia familia. Por eso oímos tantas frases del tipo: “Tú lo que tienes que hacer es no pensar en eso”.

Las obsesiones, en su tierna infancia, son sólo pensamientos vulgares, no distinguibles de los otros miles de pensamientos que circulan por la misma vía. Sin embargo, un buen día, sin venir a cuento, el guardia de tráfico las detiene y les pide el permiso de circulación:

- Lo siento, usted no puede circular por esta ciudad.
- ¿Cóooooomooo…? Si llevo …. años... Si no he hecho daño a nadie… si….
- ¡¡¡¡Que se vayaaaaa!!!! ¡Márchese, señor pensamiento no deseado!
- ¡Léame mis derechos! ¿Dónde está escrito que está reservado el derecho de admisión?
- Agrrrrr

Ese señor tan aguerrido con bigote y pinta de guardia pertenece al Cuerpo Especial de Valoración de Pensamientos Inadecuados. Sí, ya sé que necesita un psicólogo, pero no se aviene a razones, ha sido entrenado para un permanente: “¡Señor, sí señor!”. Cumple órdenes estrictas, sin más.

Tras este enfrentamiento, la otrora tranquila ciudad, comienza a notar cierto MALESTAR incipiente. Primero guardan la esperanza de que el bigotudo de uniforme imponga por la vía rápida la disciplina y expulse al intruso. Al fin y al cabo lo contrataron para eso, como a Clint Eastwood en “El jinete pálido”. Todos miran por las ventanitas de sus casas para ver si pueden volver a la normalidad. Pero no. Cada mañana, en cuanto suena el despertador todos miran inmediatamente a ver si sigue ahí el pesado… y ¡efectivamente!, ahí está, creciendo con cada sermón del servicio de vigilancia. ¡Qué dirán los vecinos de al lado, si se enteran!

Hay que buscar una solución. Algo que acabe con esto. Que evite que vuelva a aparecer y permita de nuevo una circulación fluida y en paz. Una de las cosas que dan más resultado suele ser bastante simple: bajar las persianas. Ya se sabe, ojos que no ven…. A esa conducta que produce cierto alivio las llamamos RITUALES.

Bien, ya conoce usted ciertos aspectos básicos de las obsesiones. Volvamos a Mónica. ¿Podrá el Cuerpo Especial, venido directamente de un cursillo intensivo de los jardines del Opus Dei, echar a la Belucci del Paraíso? Por favor, mire la cartelera de arriba.

¿Hace falta que le responda?

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Revolución

El estado de las cosas puede cambiar de muchas maneras: por el peso del tiempo, por el empuje de los insatisfechos, por la decisión de los interesados,… y también por el corte radical, por la revolución.

¿Quiere usted la vía rápida o la lenta? (Ya saben, mi pregunta preferida)

Todo el mundo entonces, parece un revolucionario. “Quiero cambiar ¡ya!”

- Primero necesito que llegue aquí un día y me diga que todas las personas de su entorno le dicen que lo encuentran mejor.
- Pero… eso lo puedo conseguir incluso fingiendo.
- Pues finja.

Entonces la persona deja de quejarse, o hace el viaje soñado, o regala una rosa, o habla de los buenos tiempos,… Cambia… por fuera. Los demás están sorprendentemente contentos y comienzan a enviar a nuevos pacientes a la consulta. Pero el usuario está sentado en una silla y sigue observándose, mira sus miedos, la sensación de ahogo, la ira, la apatía,.. todo aquello que aún sigue identificando en su interior y un día me pregunta cuándo le tocará a él.

- Ahora ya tiene “engañado” a todo el mundo, puede permitirse centrarse en usted.
- ¿Y cómo lo hago? Me da miedo todo; no tengo ganas de nada; todo me parece horrible,..
- Tómese un 10x10.

La parte más fácil de todas las revoluciones siempre ha sido la toma del Palacio de Invierno. Lo difícil viene después. Hay que instaurar un nuevo orden. El cambio se manifiesta en lo cotidiano, en el nombre de las calles, en el color rojo de otras fiestas del calendario, puedes pintar las paredes hasta que vuelvan a perseguirte por las nuevas pintadas y puedes hablar de todo aquello que el miedo antes sólo te permitía susurrar. Pero ahora toca cambiar las estructuras, cambiar las gafas de mirarse hacia adentro.

En un curso de dibujo en Internet puede leer esto:

El cerebro humano se encuentra dividido en dos hemisferios, con capacidades y aptitudes diferentes y complementarias. El hemisferio izquierdo es el que se ocupa de lo lógico, las estructuras , el orden, el análisis. El hemisferio derecho, es el intuitivo, el que percibe la totalidad, el irracional. Para dibujar debemos liberarnos el control que ejerce sobre nuestros actos el hemisferio izquierdo, y dejarnos llevar por la parte libre e intuitiva.

Después te ponen unos ejercicios en los que tienes que dibujar un objeto puesto del revés, para evitar que la imagen que tienes de ese objeto interfiera en el acto simple de repartir líneas y curvas por aquí y por allá. O te piden que dibujes los huecos en lugar de los objetos. El resultado final siempre es asombrosamente mejor.

Puede aprender que el “ahogo” es una consecuencia de la forma de respirar justo en ese momento. Ahora viene el tramo final revolucionario: hay que cambiar aquellas cosas que le llevan a vivir con ansiedad, convirtiendo ese "ahogo" en algo tan desagradablemente familiar. ¿Se atreverá a tomar La Bastilla?

miércoles, 4 de noviembre de 2009

¡¡No me da la gana!!


Abandono. Me rindo. No puedo más. Lo he probado todo y tengo una terrible sensación de derrota. Antes luchaba porque el sentimiento de culpa no me permitía postrarme en mi desaliento. Es mi hijo, tengo que seguir intentándolo, tiene que haber alguna forma… Frases como estas me impulsaban de nuevo. A lo mejor si… Nuevos-repetidos intentos; el mismo triste resultado.
La distancia cada vez es mayor. También con mi pareja. No nos ponemos de acuerdo. Nos arrojamos el enfado como si así lo pudiéramos expulsar de nuestras entrañas. Te sientes sola, entonces. Incomprendida, preguntándote qué has hecho, en qué te has equivocado. Se lo he dado todo. Le he comprado de todo. Ya no queda nada a lo que aferrarme, algo que pueda utilizar como un último chantaje. Un juguete, un objeto, alguna novedad con pantalla y teclado,… El valor se fue perdiendo dentro de la abundancia.

Lo veo arder por dentro, siempre exigiendo, siempre descontento, enojado,.. Fuera es diferente. Sus amigos dicen que es un tío de puuuuta madre. En casa rezamos para que llegue de buen humor, para que no haya tenido ningún contratiempo, para que el escalón no le juegue la mala pasada de engancharle la suela del zapato, para que la fruta esté lo suficientemente madura y no lo obligue a estallarla contra la ventana, para que el televisor no cambie la programación, para que…
¿Cómo he llegado hasta aquí? No lo sé. Me pierdo en los recuerdos, en los pasos. No me da reparo decir que siento más temor que amor. El día a día ha acabado horadando la esperanza, la ilusión,… soy como un hueco con piernas, aquellas largas piernas que me paseaban a saltos por la vida, pobre sostén ahora. Lo siento. Abandono. Me voy. Junto a esta nota encontrarás las llaves. Todas las llaves. Las que abren, las que cierran, las que arrancan y las que paran, las copias de las que abren y las copias de las que cierran. Ninguna me sirve ya. También te dejo tu frase preferida de todos estos años: “¡¡No me da la gana!!”. A mí tampoco, mira, algo aprendí.