Siempre he venerado la fontanería. No tanto porque me atraiga en sí, sino porque a fuerza de no tener ningún paciente fontanero llegué a pensar que estaban en equilibrio permanente con la naturaleza. He indagado entre colegas y prácticamente ninguno ha atendido nunca a un fontanero. Por eso me causó tanta extrañeza cuando al preguntarle por su profesión me contestó: “Soy fontanero”. “Vaya –pensé- desmoronamiento parcial de la hipótesis”. Me dispuse a escuchar las causas por las que venía a consulta, pero al acabar le pregunté por los motivos por los que había decidido hacerse fontanero:
- Me ayudó mi psicoanalista
"Otro mito que se me cae. Puse cara de psicoanalista y él, que parecía entrenado, siguió contándome el resto de la historia".
- Hace tres años fui a ver a un psicoanalista, aconsejado por una amiga argentina, que me comentó que lo mejor era acudir a este especialista, que no sólo practicaba el psicoanálisis, sino que era muy ortodoxo. Tenía el mismo problema por el que vengo a la consulta ahora. Me venía bien estar cuarenta y cinco minutos tumbado en el diván, hablaba y asociaba. Iba encadenando las ideas, tal y como me comentó mi amiga que haría. Asociando, asociando, cuando llevaba un mes –o sea, ocho sesiones-, había unido tantas ideas que ya tenía dificultades para establecer una relación causal adecuada, un hilo del que seguir tirando. Ya todo parecía girar en círculos. ¿Temblaba de miedo a los cuatro años para secuestrar a mi madre de la cama de mi padre? ¿Era mi padre el que empujaba a mi madre a mi cama para poder dormir tranquilo, porque ella roncaba? Si mi miedo era un síntoma, ¿por qué mi madre me asustaba antes de mandarme a la cama? ¿Estaba yo enamorado de ella o era ella la que estaba enamorada de mí? ¿De quién estaba enamorado mi padre?, ¿Me tropezaba con el escalón de la cocina para auto-castigarme por estas dudas, aunque todavía no las tuviera?… En fin, ya sabes. Yo hacía estas preguntas en voz alta. Nunca obtenía respuestas, de forma que yo me las contestaba, pero avanzaba poco. Así que un día, antes de volver al diván, le pregunté si no tenía la sensación de que estaba estancado en un pantanal de preguntas circulares. Él a su vez me hizo otra pregunta: ¿Y tú que piensas?. Es verdad, dije ya en el diván, por qué me he salido de mi relato para preguntarme por el motivo de mi relato. Profundo, ¿no crees?”
-Pues sí, le contesté, pero usted todavía no había decidido lo de la fontanería, ¿no? – le dije, volviendo a centrar el tema en el asunto que me interesaba.
- No, yo estaba terminando derecho.
- Ah, ¿y entonces…?
- Esa nueva pregunta dio para un año. El segundo me centré en la masturbación. No sé como llegué a ese tema, seguramente, como dice mi amiga argentina, estaba a punto de tener un insight, que es cuando por fin te cuadra todo y los síntomas que te aquejan toman su verdadera dimensión. Pero yo no tenía ninguno, más bien me iba enredando en lo simbólico, ya lo concreto iba perdiendo fuerza ante lo abstracto y metafórico. Pene, vagina, ascensores, tenedores y platos hondos, trenes y túneles, cepillo de dientes y boca,… todo iba llamando a mi puerta en la misma dirección, hasta que lo vi claro: yo era un obseso sexual, tenía que canalizar mi obsesión de una manera no patológica, estaba estudiando la profesión equivocada. Fontanero, eso sí. Tuberías delgadas y gruesas, profundas y superficiales, accesibles o imposibles de localizar sin ultrasonido, gotas deslizándose por la cerámica en tintineos suaves y continuos,…
- Yo pensaba que los fontaneros fantaseaban con las dueñas de las casas – le dije a mi paciente, extrañado.
- No es incompatible. Ten en cuenta que yo estaba en el diván, seguramente en medio de un insight, es decir, a punto de acabar la terapia. Para confirmarlo, me senté en la silla y le expuse esto mismo a mi terapeuta. Él afirmó con la cabeza –o yo creo que era una afirmación-, así que dejé la carrera, hice un curso de CEAC y me lancé al mundo de la fontanería tan contento.
- Curioso.
- Bueno, pues eso es todo.
- Ya, o sea que tú, antes de fontanero fuiste paciente.
- Pues sí. Antes y después, porque los problemas de ansiedad siguen siendo los mismos, pero ahora gano mucho dinero.
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