Si desgraciadamente es humano y experimenta sensaciones corporales de las que a los demás nos pasan inadvertidas, y observar cómo evolucionan es su entretenimiento preferido, sufre de ansiedad, seguramente de trastorno de pánico.
Recurramos a Freud. Si se da porrazos por las esquinas de su casa, por ejemplo, cabezazos con la campana extractora de la cocina, -mejor que no lea esto su mujer- usted se está autocastigando y ya sabrá por qué.
Si necesita un auditorio, que le aplaudan, ajustar la imagen real con la que tiene idealizada y se queja constantemente de que nadie le hace caso, ¿no será un poco narcisista?
Si cuando está muy, muy, muy nerviosa las manos están muy, muy, muy calentitas, vaya el endocrino y luego me cuenta.
Si llama con la clave de teléfono oculto (por cierto, ¿cómo se hace?), usted tiene muy mala imagen de los demás, igual es una proyección (¡ya volvemos con Freud, vaya!).
Usted llega a la discoteca, se lanza a la pista vacía y comienza a moverse como Travolta, aunque estén poniendo hip hop. "Cómo me admiran". Es usted un histriónico, sáquele partido.
Comienza todo pero no termina nada, ha cambiado tres o cuatro veces de trabajo y arrastra dos divorcios y varias relaciones que acabaron antes de la vicaría. Tiene un motorcito que traduce en actividades y actividades y para poco en casa. La hiperactividad es crónica, no se acaba en la adolescencia. Su esposa debería haberlo sabido.
Usted ha ido al psicólogo y éste, imprudentemente y para lucirse, le ha dicho que sufre un trastorno de personalidad tipo límite. Su madre sabrá ahora por qué tiene la sensación de que la guerra va a comenzar en el momento más inesperado. Tranquilo, vea mucho cine oriental. En cualquier caso, tenemos a Linehan.
Si cuando le digo que su pareja se queja de que no habla me responde: "¿y de qué voy a hablar?", es usted un hombre, eso no se puede arreglar en terapia, lo siento.