"Está siempre soñando", me dijo la madre compungida. No vi nada malo en ello, de hecho, soñar está entre mis actividades favoritas. "La noto preocupada", le dije. "Es que le cuesta mucho relacionarse, creo que lo de las fantasías es porque no tiene apenas amigos". O sea, "Amelie". ¿Por qué se empeñarán todos los casos en ajustarse a alguna película?, o ¿por qué hacen películas con todos los casos?.
Amelie es muy introvertida y sensible. Siempre está pendiente de los demás pero le cuesta mucho relacionarse porque no es capaz de vencer la incomodidad que le produce intentarlo. En realidad, darse a los demás y evitar los conflictos es en sí misma una forma de relacionarse. Para los otros eres una persona agradable, sonriente, que ríe tus gracias independientemente de lo simples que puedan ser. No es difícil cogerle cariño a las Amelies del mundo. Pero ella se refugia en la fantasía, como bien dice su madre, y sueña con peces de colores. Les da de comer mientras charla con ellos, que la miran fijamente y le responden con burbujitas de aire.
En Amelie el conflicto surge porque desea tener relaciones, amigos,.. pero no es capaz de soportar el malestar que implica iniciarlas, y mucho más mantenerlas. Cuando lo consigue se vuelca tanto con esa otra persona que puede fácilmente establecerse una relación de dependencia que produce, a su vez, otro tipo de temor al abandono, a meter la pata, a no estar a la altura,..
Se marcha la madre -que había pedido entrar antes que la hija para ponerme en "antecedentes"- y entra la hija. Responde con monosílabos, por lo que decido hablar de otros temas, de otras historias, lejanas, distantes, que no la toquen, y así fantaseamos los dos, que es por el momento un territorio común. Pero cuesta trabajo. Ha pasado tanto tiempo intentando no fallar y ser agradable, que casi no le ha quedado nada disponible para otras cosas, otras aficiones que no fueran sus propias fantasías. Y ahí, en ese territorio preciso y bien diseñado, ella se mueve segura y desenvuelta. Es capaz de enfadarse y gritar. Hogar, dulce hogar. Entonces la mirará la madre, la verá ausente, le tocará las palmas cerca de la cara para traerla de nuevo a su lado,.. y volverá, triste de encontrarse otra vez aquí donde los pececitos te esquivan con movimientos de vaivén eléctricos.
Los experimentos de psicología del aprendizaje no los pude hacer con palomas, mi padre tenía una finca con animales, pero no había palomas entre ellos, así que tuve que practicar con gallinas. Al intentar cogerlas para someterlas a las pruebas, las gallinas me esquivaban enloquecidas y todo mi esfuerzo por pillarlas fue inútil. Volví a casa con mi libreta vacía y el sentimiento de inutilidad bastante lleno. Se lo comenté a mi padre y él, sin levantar la vista del libro me dijo: "Coge un puñado de maíz, diles pita, pita, pita,... y ellas solas se acercarán". ¿Así de simple?. Todo el camino de vuelta pensando que lo que los demás hacían con tanta facilidad a mí me estaba vedado y resulta que era así de fácil. No era por mí, no se trataba de que las gallinas olieran mi impotencia, percibieran mi desconocimiento o me odiaran, era por cómo lo hacía.
No todos los experimentos con gallinas fueron gratificantes, pero ya no me centraba en cómo iba a pillar a alguna para el próximo, sino en qué resultados obtendría, en la cara de mi amiga cuando le contara cómo logrí hipnotizar a Caponata,...
Esta semana tengo que ver de nuevo a Amelie. Espero que sepa ya cómo capturar gallinas y pueda dedicarse a las otras tareas verdaderamente trascendentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario