Estaba jugando con mi hija mayor a contar cuentos a partir de una palabra. Era su turno. Cerró los ojos y dijo: "Dromedario".
Aunque G. Rodari me tiene prohibido contar cuentos con fines terapéuticos, recordé a M., un niño de 7 años que no podía sacarse de la cabeza las cosas que se le metían. Lo senté en el sillón-diván, se relajó y me relajé y fue surgiendo esta historia:
"Un mañana de verano el hombre se levantó de la cama y al abrir el armario para buscar la ropa, encontró en su interior un dromedario. "Buenos días", le dijo amablemente el tilópodo. "Hola", respondió sorprendido el hombre, "usted es... es... un...", "Un dromedario, efectivamente". "Pero este, este,... este es mi armario", dijo atribulado el señor. "¿Y tiene algún inconveniente en compartirlo?". "Bueno,.. no sé... es un piso alquilado...". "No dispongo de efectivo, pero puedo darle toda la conversación que quiera, es un buen trato, ¿no?". "Bueno, si no sale del armario..."
Nuestro hombre se fue a trabajar, pero no podía concentrarse. La voz, la joroba, el olor,.. todo era invadido por el dromedario que se colaba en la taza de café, en las teclas del ordenador y en las peticiones de su jefe. Cuando llegó a casa por la noche no quiso abrir el armario, prefirió dejar toda la ropa encima de la silla y acostarse. Apenas comenzaba a conciliar el sueño cuando oyó que golpeaban la puerta. Se despertó azorado y corrió hacia la entrada, destapó la mirilla pero no vió nada. Otra vez resonó la puerta. Los golpes venían del armario. Se dirigió al mismo y lo abrió. "¿¡Qué!?", preguntó malhumorado. "El armario está bien, pero a veces me gustaría un poco de cháchara, ya sabe, en el desierto somos muy habladores", "Pero, ¿de qué podemos hablar usted y yo?. No tenemos nada en común". "Hombre, por algo se empieza, ¿no tiene ningún secretillo...?". Cerró la puerta de un portazo y se metió en la cama. Todavía oyó la voz ensordecida por los tableros del armario: "¡¡Yo me hacía el enfermo para no llevar a los beduinos...!!"
Así transcurrían los días y las noches. Por alguna razón tenía que abrir el armario, no importaba que estuviera o no delante de él. Su mente galopaba a ritmo de dromedario, enlentecida y rumiante. Buscaba y buscaba cómo solucionar aquello, y cuanto más lo intentaba peor se sentía.
Un día entró en un bazar asiático buscando unos patucos para el dromedario. Vio una fila de pingüinos cerca de las neveras de playa. "Deme también un pingüino", "¿De qué color lo quiere?". "Verde, deme un pingüino verde".
Pasear con el pingüino verde era tan lento como andar con el dromedario en la cabeza, pero al pingüino, al menos, lo eligió él."
5 comentarios:
Esta bueno, Juan. Me acuerdo mucho del del elefante y el del tio del sombrero espantando cocodrilos. Algunos dias pensaba, a ver que historia me cuenta este hoy. Por cierto, como le fue al niño. ¿Se durmio tu hija?
Edu.
Me llamo Francisco, soy psicólogo. Me ha hecho gracia esta historia porque yo suelo contar una parecida, al menos con la misma intención creo. No estaría mal que intercambiáramos historias y fines.
Un saludo.
Hola Juan, soy Marta. A mí me gustan mucho los cuentos. Saki, Chejov,.. De Rodari no había leído nada, ahora al ver este post he buscado algo suyo y también me gusta mucho. Me parece que somos dos almas gemelas, jaja.
Porfa, pon musiquita a las entradas. Así es más agradable, al menos para mí.
¿Sueles utilizar los cuentos en consulta con los niños normalmente?
Un beso.
Mi hija no se durmió, Edu. Casi se duerme el niño, pero tampoco.
Te animo a que me mandes alguna de esas historias, Francisco, y la cuelgo en el blog.
Hola Marta, pondré más musiquita. En cuanto a lo que dices de los cuentos, pues sí,lo que pasa que no exactamente en el formato tradicional. Prefiero decirle cosas del tipo: "una vez...", es decir, historias que le han ocurrido a alguien y que están relacionadas con la suya personal. A veces, lo hago al revés, les pido que me escriban cómo han conseguido vencer tal o cual problema para poder explicárselo a otros niños. El rol de ayudante siempre da una mayor percepción de control sobre el problema que el de paciente. También ayuda a cambiar el enfoque.
Es un tema que me apasiona.
Un saludo a los tres y gracias por escribir.
Oye, Juan, cuenta el que dice Edu del tío espantando cocodrilos, que me ha entrado curiosidad.
Toni
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