lunes, 29 de diciembre de 2008

Buenos propósitos

Seguramente como usted, tengo el correo lleno de power point (lo peor que se ha inventado después del chill out) con presentanciones reconfortantes. Los receptores ejercemos de rocas calcáreas que vamos filtrando los pps y así los que llegan merecen la pena, en general. Tienes la posibilidad, además, de que tal y como recibes el que te gusta se lo envías a todo el mundo y así simplificas la felicitación navideña. El año pasado decidí enviar canciones en lugar de pps o sucedáneos. Pensaba en la persona y buscaba una canción apropiada para la misma. Hace poco recibí de una amiga este enlace y me gustó, así que seleccioné a unas pocas personas y se lo re-envié.





Pues bien, dejándome llevar por el espíritu de los buenos deseos, en este última entrada del 2008, voy a permitirme darle algunas recomendaciones psicológicas para el próximo año. Espero que le sean útiles.

1. Como habrá leído anteriormente en estos posts, hay un psicólogo barbimelenudo con pinta de hippy que ha demostrado que se es más feliz con actividades altruistas que comprando un televisor de plasma (menos mal que esto no lo sabía mi mujer). Mi consejo es simple: concéntrese en hacer feliz a una persona cercana a usted al menos un día.

2. No sé si se ha enterado, pero estamos "globalizados". Cuando era pequeño tenía que ir con mi bolsa de cómics de casa en casa para cambiarlos con otros comi-adictos. Es posible que si lo hiciera ahora me metieran en la cárcel. El modelo social imperante le va a invadir con el mensaje contrario, pero créame, si usted comparte lo que sabe tendrá más poder. Comparta.

3. Hay pocas cosas tan terapéuticas como la risa. En la consulta pasamos del llanto a la risa en pocas sesiones. Entonces ya sé que la persona se está distanciando de su problema -o bien que ganaría más dinero como humorista-, y que la solución está acercándose en el horizonte. Ríase de sí mismo y si puede, de casi todo lo demás.

4. Sea imperfecto. No puede imaginarse la cantidad de clientes que tengo cuyo síntoma principal está basado en la eternización de las auto-zancadillas. Son tan exigentes consigo mismos y con sus tareas que nunca están satisfechos. Mañana póngase un calcetín de cada color. Es sólo el principio. En el 2010 ya podrá ser tan bueno con usted como lo ha sido en el 2008 con los demás.

5. Escuche. Pruebe a enterarse de lo que dice y de lo que quiere decirle esa persona. Mire sus gestos, comparta sus silencios, pregúntele. No le de consejos que no pide, ni le cuente aquella batallita suya de la mili. Atienda, simplemente. Intente hacerlo al menos una vez en el 2009, ¿o cree que ya lo ha hecho?

6. Ésta es la última, en parte porque me vence el sueño y en parte porque nunca dije que fuera un decálogo. Vaya al psicólogo. Igual no resuelve sus problemas, pero lo hará feliz a él o a ella (recuerde el punto 1).

Si yo sé que me quieres, sentiré que estoy paseando por el sol. Mis mejores sinceros deseos para todos en el próximo año.





viernes, 26 de diciembre de 2008

Cortar una flor

Hay una hermosa canción de Moustaki que habla sobre dos personas que se aman, hasta el punto de confundirse. Estoy seguro de que el novio de Margarita no escuchó nunca esta canción, es más, los límites en su relación estaban delimitados por su geografía física y emocional y no por el espacio común.

Margarita sufría acoso por parte de su ex-novio en el instituto. Me contó detalladamente todas las acciones que emprendía aquel chico. Sus padres habían hablado con los padres de él, que aunque se extrañaban, prometieron tomar medidas. No fue así. Tampoco en el instituto se abordó de manera adecuada.


La madre y su profesora particular observaban cómo iba disminuyendo su rendimiento, estaba irascible buena parte del día, pero no decía nada cuando se la abordaba al respecto. Finalmente no pudo más y lo contó y así llegó a la consulta.





Me sorprendió ver lo bien que articulaba el relato pero lo deprimida e insegura que se encontraba sobre qué hacer. Parece que si eres capaz de describir el daño que te están haciendo, también podrás tomar medidas al respecto. Pero no era así.





No es difícil imaginar por lo que pasó Margarita. Llegas ilusionada a tu primera relación con visos de formalidad. Te enamoras. De pronto tu novio empieza a trenzar un muro a tu alrededor. Va haciendo comentarios acompañados de muestras de desagrado sobre tu conducta o tu forma de vestir o de hablar con amigos,.. y vas cediendo. Crees que eso será suficiente, al fin y al cabo, el amor terminará por imponerse. Puedes prescindir de lo demás, de los amigos, de un tipo de vestidos, de las miradas,.. Piensas -y él también- que su enfado se debe a tu comportamiento, no a su inseguridad, así que intentas modificar lo que aparentemente es la causa del malestar. Pero un día, los enfados se transforman en gritos, los gritos se acompañan de insultos y estos de amenazas, y las amenazas son el mayor predictor de violencia física. La primera vez levantaré la mano contra ti. La segunda asestaré el golpe.





Una vez me decía una madre: "No lo entiendo, cuanto más pego a mi hija (pequeña) porque es insoportable, más se agarra a mis piernas. Se ha vuelto muy insegura y ahora cada vez que me ve salir se pone a llorar".





Igual que esa niña, estas chicas que sufren maltrato, a veces temen ser abandonadas, se sienten culpables porque el maltratador maneja un doble discurso y parece que el verbal es el que traduce sus sentimientos mucho más que los golpes o vejaciones. En la fase de "luna de miel", el arrepentimiento abre una puerta de esperanza y ella vuelve a entregarse a la fantasía del cambio, hasta que se inicia de nuevo el ciclo.





Finalmente, Margarita, tomó medidas que le permitieron acabar con aquella historia. Tiene fuerza para cuidar a los demás y, espero, que haya aprendido a cuidarse a sí misma, a distinguir lo que es y lo que no es amor. Me encanta escucharla, pedir las cosas sin tapujos, exponer sus emociones, describir con ternura a su nueva pareja, ver que aquello no ha minado su capacidad para entregarse al amor como debe hacerse, pero que ahora sabe dónde están los límites y que ese amor ha de ser compatible con mantener todo aquello que la ha ayudado a ser como es.

Tendremos que aprender a amar también desde la soledad para saber vivir en compañía.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Opción H de House



House: "No pregunto por qué los pacientes mienten, sólo asumo que lo hacen"
House y una compañera de trabajo dicen que todo el mundo miente. Especialmente los pacientes. Cuando lo someto a encuesta pública igualmente gana por mayoría absoluta tal aseveración. Es una perspectiva, sin duda. El paciente y el guión de la película guardan la sorpresa para más adelante. Te vas metiendo en su mundo, sus personajes tal y como te los presenta el autor, estableces conjeturas sobre el desenlace, pero de pronto, la historia da un giro.
A mí no me importa especialmente. La persona que tengo enfrente puede contarme la historia A o la historia B, en ambas será protagonista, y muy posiblemente an ambas repita papel aunque sea con matices más socialmente aceptables. Sólo sería importante si me centrara en la historia y no en el proceso, en cómo esto que cuenta le afecta a él, a su trabajo, con su pareja, con su familia, con sus amigos.

¿Está mintiendo alguien cuando dice?:

- Nadie me quiere, nadie es capaz de ponerse en mi lugar. Estoy fatal y ni se preocupan por saber qué me ocurre.

Podría ser simplemente una distorsión de la realidad, que sería más patológica cuanta más rigidez mantenga en su creencia. Pero la cuestión no es adivinar si es o no cierto, sino averiguar qué le hace pensar y sentir así, y cómo esto mismo le ayuda o no a afrontar el problema por el que llega a la consulta. Veamos distintas opciones:

Opción A: El psicólogo se empeña en desmonta la historia, pero sutilmente, con un diálogo socrático.

- ¿Y cómo sabe que nadie le quiere?; ¿Por qué tenían que preocuparse?; ¿Le ha dicho usted a esas personas cómo se sentía?,...

Opción B: El psicólogo se monta en la barca que le ofrece el paciente.

- Debe ser horrible que nadie te quiera, y peor aún, que nadie sepa lo mal que estás, y que ni siquiera sean incapaces de ponerse en tu lugar.

Opción C: El psicólogo piensa que esta misma estrategia la utiliza en su vida cotidiana, por lo que decide desmontar el juego.

- ¿Cuándo quiere llamar la atención de alguien significativo para usted suele hacer cosas de este tipo?

Opción D: El psicólogo no sabe cómo actuar y se dedica a consolarlo.

- Bueno, hombre, no estés triste, la vida es bonita, ya verás como encuentras a alguien....

Opción E: El psicólogo tiene una orientación relacional y aunque no hay ningún familiar en la consulta intenta contextualizar su afirmación en tal dirección.

- ¿Y cómo cree usted que se siente su esposa cuando le dice cosas así?

Opción F: El psicólogo es un discípulo aventajado de Albert Ellis.

- Vale, vale, muy bien. No sé por qué tendría que quererlo alguien, así que, ¿me puede decir cuál es su problema?

Opción G: El psicólogo es psicoanalista.

- Mmmmm.

Opción H de House:

- La vida es un asco y la suya es peor que otras. Aunque las hay peores, lo cual también es deprimente.


miércoles, 17 de diciembre de 2008

Cow's contemplation




- Estoy deseando llegar a casa todas las noches y ponerme a hacer los ejercicios de relajación. Me he bajado otros más potentes que el que me diste y es increíble lo que se puede hacer con la mente.
- ¿Y qué dicen?
- Por ejemplo, que si te repites diariamente X veces: “soy alto, rubio y fuerte”, te sentirás así. Es que tenemos muy desaprovechada la mente.





Veo una noticia en el telediario sobre una nueva técnica para manejar el estrés, nueva aquí, pero milenaria ya, según el comentarista. Se basa en el sonido de los cuencos tibetanos. Para ilustrar la noticia aparece una mujer tumbada sobre una tabla espartana y un señor de Móstoles pero con barba y vestido de tibetano haciendo sonar unos cuencos que luego coloca sobre el cuerpo de la susodicha. Finalmente, durante la entrevista de confirmación, ella asegura, con cara de Woody Allen sobando la bola orgasmatrónica, que había sido una experiencia liberadora.

Mucho más atrás, entre los años 80 y 85, mi idea de liberación personal se basaba en la compra de una parcelita en un alto de alguna sierra de no importaba donde, y dedicarme a la cría de caracoles. Tuve que soportar la mofa de buena parte del personal, pero yo me ilustré a fondo sobre la helicicultura y veía, más allá de una fuente de ingresos apreciable, la posibilidad de hacer un trabajo sin estrés. No me podía imaginar nada menos estresante que echarle de comer a los caracoles, después de las dificultades que había tenido con las gallinas. Cuando había hipnotizado al novio de una amiga para compartir el proyecto tuve la desgracia de tener que cambiar de ciudad.

En la actualidad, en cualquier periódico local vemos anuncios sobre hoteles que ofrecen salud a módico precio. Entre la oferta, centrada en la eliminación del estrés, encuentro a veces terapias igualmente maravillosas, como la de las piedras del mar Rojo calientes, que consisten en que te ponen encima unas piedrecitas calentitas, al parecer cogidas allí, por lo que si usted va por la zona no espere encontrar demasiadas. Te las van colocando sobre la espalda desnuda y te transmiten el calor. No sé cuál es la diferencia con la manta eléctrica de mi madre, pero la cara que se les ve a los usuarios compensa la diferencia económica. Hace poco me invitaron un fin de semana. Entro en el cuartito y una alemana hitleriana me da una bolsita con un tanguita negro de plástico y se cruza de brazos mientras se calientan las piedrecitas importadas: "¿Me lo pongo encima?", le pregunto esperanzado. "Encima, no: en lugar de". Cuando te colocan la primera piedra en la nalguita desnuda empiezas a perder el miedo a ser estrangulado y ya se va amortizando la cosa.

Aproximadamente un año atrás, concluyó la investigación más amplia y prolongada que se había realizado hasta la fecha sobre la homeopatía. Las conclusiones eran desesperanzadoras. Cero patatero. Si usted diluye un gramo de veneno de serpiente de cascabel un millón de veces, el supuesto principio activo desaparecerá en la quinta dilución, lo demás es agua con pretensiones –agua muy pura y en grageas, eso sí. El corolario básico del señor Hahnemann era este: a menor dosis, mayor eficacia. Es estúpido, pero para demostrar que es estúpido han tenido que gastarse una pasta gansa en investigación y encima no le hace caso ni el más ilustrado al resultado final.

Voy por la calle de los lácteos en el supermercado. Me cuesta encontrar yogures sólidos o líquidos. Todo parecen medicamentos. Seguramente es más fácil darse atracones de foie sobre sesos de ternera y beberse luego un Danacol, que hacer una dieta saludable. Afortunadamente, la industria nos cuida y facilita nuestra salud a un precio módico y sin más esfuerzo que lanzar el pack curativo sobre el carro de la compra.

Volvemos atrás en el tiempo, llego a una ciudad determinada a ver a unos amigos, la mayoría licenciados, un par de ellos en psicología, precisamente. Durante una comida, una de esas amigas me comenta: “Menos mal que estás hoy aquí y puedo hablar de otra cosa”, “¿De otra cosa?”, “Sí, están todo el día con lo de la imposición de manos o no sé qué de unos chakras”. Por alguna razón, ella no había sido abducida, pero se sentía desplazada.
Luego hablo con otro, que me comenta que hace unos días le quitó un dolor “horroroso” a una niña, que ahora estaba en el nivel no sé cuantos, y que en un curso próximo en Madrid con fulanito iba a subir de nivel. Ante mis objeciones me dijo que evidentemente tenía el chakra demasiado abierto, o sea, arrogante, insensible e incapaz de escuchar.

Después de todo esto uno se queda pensando el esfuerzo que supone trabajar diariamente con personas, ponerse al día, dedicar tiempo de los fines de semana para preparar los casos, el culo aplastado por las rotaciones del sillón giratorio,… y te preguntas: ¿No me habré equivocado? Puesto que había fracasado en el intento de pasearme con un fondo de música barroca, entre un selecto grupo de caracoles dispuestos a procrear sin fin a base de copular con el de al lado independientemente de su sexo, metí toda la información anterior en la batidora mental, convoqué una reunión de amigos lo menos escépticos posibles, le añadimos unas gotas de alcohol a la reunión y nos salió otra opción igualmente realizable: Organizar una terapia basada en la contemplación de la vaca. Para poder cobrar una cifra considerable se necesitaba que fuera en la sierra, en una casa rural, ambiente bucólico, sin móvil ni Internet, cerca de un valle en el que unas vacas blaquenuait pastarían pausadamente sin incomodarse porque un grupo de guiris meditaran acompasados con el ritmo de su rumiación. Faltaba un nombre. El nombre es fundamental para poder cobrar una cantidad indecente que te permita comprarte un móvil de última generación y unos megas decentes para navegar por Internet. No es lo mismo “Terapia basada en infusiones de margaritas”, que la “Terapia de las flores de Bach”; “Piedras calentitas” que “Piedras del mar Negro”, y tampoco, por supuesto “La contemplación de las vacas” que The contemplation of the cows, mejor aún, “Cow’s contemplation”. En cuanto aparezca en el telediario hemos amortizado el alquiler de las vacas.

Si tienen alguna dolencia mental de última hora, les ruego que pidan cita antes de enero de 2009, luego tendrán que inscribirse en los cursos quincenales, comprarse ropa de gasa blanca y acudir a la sierra si quieren volver a tener una experiencia sanadora y espiritual adecuada. Reserven ya, no espere a última hora.

lunes, 15 de diciembre de 2008

La chica que soñaba con peces de colores


"Está siempre soñando", me dijo la madre compungida. No vi nada malo en ello, de hecho, soñar está entre mis actividades favoritas. "La noto preocupada", le dije. "Es que le cuesta mucho relacionarse, creo que lo de las fantasías es porque no tiene apenas amigos". O sea, "Amelie". ¿Por qué se empeñarán todos los casos en ajustarse a alguna película?, o ¿por qué hacen películas con todos los casos?.



Amelie es muy introvertida y sensible. Siempre está pendiente de los demás pero le cuesta mucho relacionarse porque no es capaz de vencer la incomodidad que le produce intentarlo. En realidad, darse a los demás y evitar los conflictos es en sí misma una forma de relacionarse. Para los otros eres una persona agradable, sonriente, que ríe tus gracias independientemente de lo simples que puedan ser. No es difícil cogerle cariño a las Amelies del mundo. Pero ella se refugia en la fantasía, como bien dice su madre, y sueña con peces de colores. Les da de comer mientras charla con ellos, que la miran fijamente y le responden con burbujitas de aire.


En Amelie el conflicto surge porque desea tener relaciones, amigos,.. pero no es capaz de soportar el malestar que implica iniciarlas, y mucho más mantenerlas. Cuando lo consigue se vuelca tanto con esa otra persona que puede fácilmente establecerse una relación de dependencia que produce, a su vez, otro tipo de temor al abandono, a meter la pata, a no estar a la altura,..


Se marcha la madre -que había pedido entrar antes que la hija para ponerme en "antecedentes"- y entra la hija. Responde con monosílabos, por lo que decido hablar de otros temas, de otras historias, lejanas, distantes, que no la toquen, y así fantaseamos los dos, que es por el momento un territorio común. Pero cuesta trabajo. Ha pasado tanto tiempo intentando no fallar y ser agradable, que casi no le ha quedado nada disponible para otras cosas, otras aficiones que no fueran sus propias fantasías. Y ahí, en ese territorio preciso y bien diseñado, ella se mueve segura y desenvuelta. Es capaz de enfadarse y gritar. Hogar, dulce hogar. Entonces la mirará la madre, la verá ausente, le tocará las palmas cerca de la cara para traerla de nuevo a su lado,.. y volverá, triste de encontrarse otra vez aquí donde los pececitos te esquivan con movimientos de vaivén eléctricos.


Los experimentos de psicología del aprendizaje no los pude hacer con palomas, mi padre tenía una finca con animales, pero no había palomas entre ellos, así que tuve que practicar con gallinas. Al intentar cogerlas para someterlas a las pruebas, las gallinas me esquivaban enloquecidas y todo mi esfuerzo por pillarlas fue inútil. Volví a casa con mi libreta vacía y el sentimiento de inutilidad bastante lleno. Se lo comenté a mi padre y él, sin levantar la vista del libro me dijo: "Coge un puñado de maíz, diles pita, pita, pita,... y ellas solas se acercarán". ¿Así de simple?. Todo el camino de vuelta pensando que lo que los demás hacían con tanta facilidad a mí me estaba vedado y resulta que era así de fácil. No era por mí, no se trataba de que las gallinas olieran mi impotencia, percibieran mi desconocimiento o me odiaran, era por cómo lo hacía.
No todos los experimentos con gallinas fueron gratificantes, pero ya no me centraba en cómo iba a pillar a alguna para el próximo, sino en qué resultados obtendría, en la cara de mi amiga cuando le contara cómo logrí hipnotizar a Caponata,...

Esta semana tengo que ver de nuevo a Amelie. Espero que sepa ya cómo capturar gallinas y pueda dedicarse a las otras tareas verdaderamente trascendentes.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Sesgos, capítulo 2


Un día, siendo pequeño, William Blake vió una serie de angelitos que centelleaban en un árbol. Corrió a su casa y casi sin aliento se lo contó a su padre. Se libró de la paliza porque la madre se interpuso entre ambos: "Es obra del frío, querido", dijo apaciguadora. Imagino que para un calcetero de aquella época, más que preocuparle que su hijo esnifara pegamento lo que le asustaba era verle sacar la fantasía de paseo.
Blake era muy religioso, ¿fueron, acaso, esas gafas las que le hacían ver querubines?.


En el Antiguo Testamento encontramos varias escenas de visionarios. Iban a la montaña a ayunar, con su botellita de Solares llena de agua como único sustento. Ahora sabemos que el ayuno sostenido produce alucinaciones muy similares a las del consumo de LSD. Es decir, estos señores barbudos iban a alucinar tras varios días de ayuno, pero ¿con qué?. Fácil. Hablaban directamente con Dios, que en el fondo era a quien iban a buscar.


Ni Blake ni los barbudos fueron nunca al psicólogo -al menos no a mi consulta-, porque para ellos no existían sesgos en sus visiones-alucinaciones. Las cosas eran así, simplemente.


Uno de los poemas de Blake que más me gustan ("The tiger") contiene este verso:


Did he who made the Lamb make thee? (¿Aquel que te creó, creó al cordero?)


Si yo soy paranoico, tendrá que existir alguien que me persiga, ¿no?.

En un viejo chiste, un señor enciende la radio del coche y escucha: "Atención, atención a todos los que circulan por la A-76, un loco suicida va en dirección contraria", ¿Uno? - se pregunta el conductor- ¡¡Van todos!!.


De pronto, usted ha cogido una hoja y ha comenzado a anotar aspectos de otra persona, tantos positivos como negativos. Luego ha elegido algunas de esas características y se las ha aplicado, y finalmente, siguiendo rigurosamente las instrucciones y perdiendo su precioso tiempo, ha empezado a redactar una serie de actividades de las que hace normalmente. Si en la descripción de sus actividades ha sido escrupuloso, no deberían aparecer adjetivos ("...luego, el rollazo de planchar...). Para que adelantemos en la terapia cuando venga a la consulta a verme, ya debería ser capaz de eliminar los sesgos al menos en la descripción de lo que hace, no debería adornarlo con la pormenorización de cómo se siente haciéndolas. Seguramente, además, hará muchísimas cosas, pero habrá tendido a anotar aquellas que tienen que ver con algo observable externamente. Es posible que no haya puesto: "Pensar", por ejemplo. También es posible que haya optado por globalizar, por ejemplo: "Trabajar".

Vamos a ir uniendo cabos. ¿Ha sido capaz de anotar las cualidades positivas/negativas de esa persona de la misma manera que ha descrito sus actividades? Cuando ha tenido que seleccionar características de las anotadas para usted , ¿cuáles les ha costado más asumir, las positivas o las negativas? Y, por último, me gustaría que entregara la hoja A (la otra persona) y la hoja B (la descripción de las cosas que hace) a otras personas de su entorno que conozcan a ambos -lo ideal sería el trabajo-, y pregúnteles si los reconocen a través de esas anotaciones.


No hay que preocuparse respecto a la visión sesgada. En realidad, es una especie de heurístico que utilizamos para agilizar la vida. Es un chip derivado de las creencias que tiene cada uno respecto a cómo son las cosas y por qué ocurren. Nos permiten tomar decisiones rápidas, generalmente adecuadas en un porcentaje alto. Lo preocupante es cuando las decisiones que nos devuelven esas creencias son desadaptativas pero el paciente no se da cuenta de ello.


Cuando era adolescente, como buen adolescente de los que toman partido, era un dogmático. Ahora sigo viendo el mundo más o menos igual, pero soy más tolerante. Esa es la evolución natural. Si usted es ya adulto, va conduciendo en dirección contraria por error y a pesar de las rafagas de luz que le hacen todos los asustados conductores con los que se cruza, usted sigue pensando que se han vuelto locos, aparque el coche en el arcen momentáneamente y llámeme, por favor, su familia y otras familias se lo agradecerán.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

EL SUDOKU Nº 54: SOLUCIÓN DE PROBLEMAS (Capítulo 1)




Hace mucho, mucho tiempo, jugando un campeonato de España juvenil de ajedrez en Badalona, estábamos todos revueltos por las habitaciones del hotel preparando la salida nocturna. Me llama el de Córdoba y me dice: “Orta, vente a la habitación de Castro, que tiene unos problemas que son la ostia”. ¿Unos problemas de ajedrez? ¿Se quedan en la habitación para resolver unos problemas de ajedrez, con la de catalanas que hay en la disco esperándonos?. El de Córdoba era el ligón, sin él estábamos perdidos, así que lo acompañé con la intención de solventar pronto el asunto y pirarnos cuanto antes a lo verdaderamente importante. Cuando llego a la habitación me encuentro a seis o siete tíos mirando al techo con la mano sujetando la barbilla. Cuando resolvemos problemas de ajedrez simplemente miramos el problema y vamos construyendo el arbolito de variantes, así que pensé: “Aquí pasa algo raro”. “Venga, Castro, dinos cuál tenéis ahora”. Todo el mundo adopta una pose de pausa y Castro comienza a relatar un problema de lógica. Lo escuché, di media vuelta y me fui a jugar partidas rápidas a la habitación de Izeta y el resto de vascos, que eran unos viciosos, pero del ajedrez. Esa reacción no desentonaba mucho con otras anteriores en las que ante una situación conflictiva había optado por la remanguillé, o sea, la evitación o la huida pura y dura. Ahora, con la distancia y las canas, a eso lo llamo miedo al fracaso, porque hasta entonces yo era un niño con escasas experiencias negativas y no sabía si ese tipo de ríos cubrían mucho o no, simplemente, pues, optaba por la sana contemplación de los bañistas tumbado a la bartola sobre la seguridad de los chinorros del campo.

Luego la vida me dio tantas raciones de aquello que evitaba que me zambulló como a Asterix en la pócima mágica, por lo que prácticamente estoy curado (bueno, eso pensaba hasta hace poco).

Unos meses atrás, una paciente me regaló un librito de Sudokus de nivel 3. No sé cómo va esto de los niveles pero según me comentaba ella, era el más difícil. Como ahora me encantan los retos comencé a hacer sudokus a diestro y siniestro. Me parecieron apasionantes. A mi cólon seguramente no. Un día en la playa, un familiar me ve mirando fijamente un sudoku del librito, pero no ponía ningún número. Al rato me dice: “Trae para acá”, y me lo quita de las manos. Coge un lápiz y zas, plis y plas. En lo que duró un chapuzón me encuentro con el libro en la toalla y a él comentando displicente: “¡Están chupados!”. Vaya, pensé, fulanito es una máquina. Abrí el libro para ver los que había resuelto y para preguntarle por su depurada técnica y me encuentro con que todas las casillas estaban escritas con todas las posibilidades. “Hombre, así no vale”, “¿Y por qué no? Así los resuelvo yo”, contestó él con idéntico tono.

Tenemos pues el mismo problema para dos personas y lo único que ha variado es cómo lo afrontan. El resultado final va a ser el mismo. Vaya coincidencia con la consulta diaria. Seguramente yo disfrutaba más del proceso, puesto que para mí lo importante era el descubrimiento, y para él el resultado. También se parece mucho a la consulta esto. Muchos pacientes están agobiados porque están centrados exclusivamente en obtener, tienen que conseguir llegar, acabar,… resultados. He observado que mi actitud es la misma ante los problemas y ante la vida en general (tiene que ser por lo de la pócima). Si voy al futbol prefiero ver un buen partido, si además ganamos, fantástico. Pero ganar a través de un pestiño viendo a todos metidos detrás, haciendo piña con el portero,… pues no me mola. Así que también imagino que esa actitud –la contraria- será la misma ante el sudoku y ante la vida. ¡Qué profundo!¿ ¿Sabrían de esta utilidad los inventores del Sudoku?

Sigamos. Tenemos a un ex-ajedrecista que no tolera el fracaso, metido a psicólogo que busca el descubrimiento en colaboración con sus pacientes. En esto, pongamos que Ana, le regala un libro de sudokus versión lo siento por ti. Bien. Voy haciéndolos por orden, qué más da. Como aquel personaje de "La náusea", de Sartre, que estaba leyendo la biblioteca por orden alfabético. Tengo la sensación de que se va incrementando el nivel de dificultad, pero yo también tengo ya mejores estrategias. Decidí que todo el tiempo del cuartito chico iban a ser exclusivamente para los sudokus. Todos se van resolviendo, pero… llegamos al nº 54. Ahí lo tiene usted. Muy probablemente no sea más complicado que el 76, que ya he resuelto, pero por alguna razón me he quedado atascado. ¿No le ha pasado algo similar a usted en su vida? A mis pacientes, frecuentemente. ¿Qué hago para solucionar algo que veo que me está afectando? Lo de siempre, contar con todo aquel que se deja. Siempre cuento con mis amigos para ello. En este caso, como no les seduce mucho la idea, he decidido hacer una puesta en común más colectiva y anónima. Da igual.

En el cajón superior de la mesa, - que ahora se encuentra a la derecha porque la anterior cajonera se descerrajó, como sabrá por capítulos anteriores de la serie – tengo varios puzzles pequeñitos que compro en una tienda de juguetes cercana. Son puzzles de madera de entre 4 y 6 piezas. Aparentemente fáciles. Me quedan pocos porque los tengo distribuidos. A los chicos adolescentes que llegan empujados por sus padres pero seguros de no necesitar ayuda, suelo decirles: “Vale, hagamos un trato. Si eres capaz de solucionar este puzzle de 4 piezas esta semana, está claro que eres autosuficiente y que los extraterrestres son tus padres. En caso contrario, igual necesitas que hablemos un poco”. Siempre asienten convencidos con una sonrisita de autocomplacencia cuando ven la cajita minúscula y las piezas con las que tienen que formar una simple cruz. Luego trabajo con ellos durante algunos meses. Igualmente, usted debería considerar seriamente si es capaz de enfrentarse a este sudoku sin lápices para anotar, simplemente, cuando esté convencido de un número lo pone y así poco a poco. Si al final le sale mal, sin duda no ha medido sus pasos. Si no avanza… Bueno, ya comentaremos.

Vayamos, pues con el dichoso nº 54, para que se distraiga mientras analiza las conductas positivas y negativas de su vecino de enfrente para la entrada anterior.
Y ya puestos, le dejo la pieza de Los Beatles que yo oía por aquel entonces, antes de jugar una partida... decía que nada era real... así me preparaba para afrontar los problemas que el de las gafas de culo de botella estaría dispuesto a ponerme en el tablero, sabiendo que nada, nada, ni los campos de fresas,... son reales. ..but it all works out. Todo tiene solución.

martes, 9 de diciembre de 2008

Sesgos: prueba colectiva


Hace un par de meses hice una prueba con varios pacientes que presentaban obsesiones puras. Les presenté una serie de diálogos, reales o inventados, en los que dos personas desconocidas charlaban, entregándoles un extracto de la conversación de apenas cuatro líneas. Despúes hice lo mismo con otras cuatro que podríamos llamar no-clínicos. En todos los casos, los resultados mostraron que ambos grupos estaban de acuerdo en la descripción de lo que ocurría, a pesar de los datos escasos a los que tuvieron acceso. La única diferencia aparecía cuando el diálogo hacía referencia a aspectos emocionales cercanos a sus obsesiones. Entonces, sesgaban la interpretación en la misma dirección que hacen con sus pensamientos.


Ser conscientes de cómo nuestras preocupaciones, temores y emociones tiñen de un color determinado los sucesos internos o externos asociados a los mismos, no es suficiente para que la persona se vuelva de pronto flexible hasta el punto de creerse con el mismo grado de verosimilitud cualquier otra interpretación. Es un punto de partida, nada más.


Le propongo un ejercicio: Elija a una persona cualquiera de su entorno, alguien a quien vea frecuentemente. No piense en si le cae bien o mal. Simplemente diga, "esta persona". Vale. Anote su nombre.


Ahora puede seguir leyendo. Escriba en una hoja diez cosas positivas de esa persona y luego, por detrás, diez cosas negativas. Dése tiempo, porque es posible que lo necesite para observar y completar una de las dos caras.


Tercera parte. Ahora haga una señal en cada una de las que le gustaría tener a usted (de las positivas) y de las que le gustaría no tener (negativas), pero tiene.


Cuarto. Por último, quiero que describa entre treinta y cuarenta cosas que hace usted en un día normal, por ejemplo, un día laborable.


Aquí lo dejamos. Una vez hecha la tarea comuníquemelo, luego haremos un análisis colectivo.


Mientras, espero que me ayude a resolver el sudoku nº 54, que será la próxima entrada.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Turrones y mazapanes


Hay dos situaciones que no me gustan de la Navidad: cuando está a punto de llegar y cuando se ha ido. En ambos casos las calles están tristemente decoradas por las noches. Las estrellas, trineos, copos de nieves, campanillas y demás motivos navideños cuelgan apagados y difusos sobre nuestras cabezas. Aguantan los témpanos nocturnos sin la compensación del abrigo de sus luces. Los transeúntes recordamos entonces que tenemos que tenemos que hacer acopio de dinero, concretar las comidas, cenas y tentempiés e ir adecuando nuestro rostro a la sonrisa plácida y purificadora que es esperable desde el punto de vista menos pagano.



Mi consulta está en un sitio muy céntrico. La Navidad está justo detrás del pomo de la puerta de la calle y los pacientes llegan ya desde la Navidad con el disgusto reflejado en sus rostros.


Entre las muchas encuestas inútiles que hago, por estas fechas suelo preguntar sobre si les gusta o no todo el jaleillo navideño. El porcentaje es abrumador a favor del NO.


Anoche, cuando salía de la consulta, bajo el palio silencioso de las guirnaldas navideñas, llevaba aún la conversación del último paciente merodeando por mi cabeza. A ella no es que no le gustara la Navidad; la odiaba. ¿Y por qué a mí me gusta tanto?, pensé. Bueno, en realidad a mí me gustan todas las estaciones, casi todas las celebraciones -hasta encuentro cierto punto esperpéntico en las mortuorias, con sus chistes y conversaciones ajenas alrededor del muerto-, y por supuesto, todo lo que El Corte Inglés estime oportuno que me guste. También es posible que se deba a que soy un consumista confeso o a que me gusta mucho comer en compañía y charlar con los amigos tomando mousse de turrón. No sé, pero cuando esos grandes almacenes comienzan a anunciar el evento que sea (primavera, verano, navidades o los diez eternos días de oro) yo me pongo el salero en la boca y me convierto en un robot, como W. Allen en "El dormilón". A mis pacientes y a una gran parte de la población, sector contestatario, les da por pensar y quejarse sobre el verdadero sentido de todo esto (que gastemos todo lo que nos dan para gastar y cosas así), sobre la hipocresía de ser buenos por decreto,.. Pero qué sería de las tiendas y almacenes y de los pobres -exceptuando a los gorrillas atracacoches- que se sientan cerca de las iglesias o dónde les toque a pedir la dádiva navideña. Es justo en esta época en la que todos ellos hacen las provisiones para el resto del año (bueno, no estoy seguro de que sea el caso de los mendigos). Aún no regalo por Nochebuena, ni nos vestimos de Papá Noël, pero es cuestión de que el citado almacén lo ordene. Total, este año ya he votado en las elecciones americanas y he decorado una calabaza con velita interior. Lo demás es cuestión de tiempo.


"En esta época me pongo mucho más triste", "No soporto estas fechas". Vaya por dios. Dios, quiero decir.


Este viernes, como es preceptivo, pondremos el árbol navideño con nuevos adornos caseros (una haditas hechas de pétalos de flores), nos sentaremos en el sofá arremolinados los tres y mi hija pequeña se sentará en su cuna-asiento, y veremos "Eduardo Manostijeras", posiblemente repitamos próximamente para embebernos aún más del espíritu adecuado, "¡Qué bello es vivir!". Por cada media hora de metraje me zamparé media tableta de turrón de Jijona y algún mazapán para despistar, luego no podré dormir por la indigestión pero aprovecharé para entrenar los villancicos. ¡Cómo me gusta la Navidad!





martes, 2 de diciembre de 2008

TOC, TOC


Uno de los motivos por los que escribo este blog tiene que ver con el TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo). Hace unos años, unos familiares de una paciente de TOC me preguntaron si había posibilidades de que otros familiares o pacientes anteriores les hablaran de cómo les había ido y si habían podido recuperarse. Llamé a varios pero la respuesta fue negativa por varios motivos, entre ellos, no querer volver a recordar todo aquel infierno. Un día se me ocurrió que podría ser bueno que hubiera algún intercambio de opiniones respecto a sus propios problemas en un contexto controlado, puesto que los foros que visité eran desesperanzadores. Y de esta manera entré en la blogsfera. De forma que ya va siendo hora de abordar algunos aspectos referidos al TOC.


Hace unos años llegó a la consulta una persona que se llevaba horas delante de un paquete para envolverlo de la forma adecuada. El resto de su vida era parecido. Necesitaba un gran orden y control, rutinas estrictas. Cada año llegando unas fechas determinadas se deprimía. Y cada vez acudía a tratamiento. Se recuperaba y... hasta el año próximo. Me llamó la atención este hecho. Así que una vez que recogí información sobre el estado de ánimo y las relaciones funcionales y contextuales y estas cosas que hacemos, le pasé las correspondientes pruebas de personalidad y evaluamos cómo tenía estructurada su vida. Fue entonces cuando comenzó a contarme las dificultades que tenía para tomar decisiones.


La indecisión es uno de las características de un TOC, pero claro, también de una persona con depresión. No obstante, a esta paciente eso le ocurría cada día, no sólo cuando se encontraba deprimida. Era tan agotador el proceso que demoraba todo aquello que tuviera que ver con lo mismo. Los heurísticos parece que no se encuentran en el repertorio de los obsesivos. Necesitan una gran cantidad de evidencia. Son como unos fieles discípulos de Santo Tomás.


Uno de los mejores experimentos para comprobar cómo funciona la atención en estas personas tiene que ver con una modificación del test Stroop. Se trata de un test en el que se pasan una lista de palabras que el sujeto tiene que leer, posteriormente otra en la que tiene que decir el color y no la palabra. Por ejemplo, si encuentra la palabra "rojo", pero está escrita en color verde, la respuesta adecuada es "verde". Cuando se le presentan a un sujeto obsesivo palabras relacionadas con sus intrusiones tardan bastante más en responder que los grupos controles en decir el color y se equivocan más . Es decir, estas personas van a tener mucha dificultad en dirigir la atención hacia los estímulos irrelevantes, como es el caso del color en el test. Si van a desayunar intentarán controlar para no tocar a algo o a alguien a quien puedan contaminar o contaminarse (dependiendo del tipo de TOC).


En "Mejor imposible", nos encontramos con un obsesivo compulsivo. Melvin (Jack Nicholson), interpreta a un egocéntrico escritor de novelas rosa, que no tiene problemas para insultar a todo el que se le ponga por delante. Entre las obsesiones de este sujeto están las de ser atendido siempre por la misma persona en el restaurante, no pisar las rayas enlosadas de la acera, lavarse compulsivamente para evitar la contaminación, llevarse los cubiertos esterilizados al restaurante,... Aparece una estupenda (como me gusta Helen Hunt) terapeuta que le aplica un poquito de exposición con prevención de respuesta y se enfrenta al gruñón, viendo algo más debajo de la apariencia de perfección.


Sólo recientemente hemos conseguido encontrar tratamientos efectivos para los TOC. Aún así siguen siendo casos difíciles de tratar. En el último Congreso de la AEPCP celebrado estos días en Huelva se ha hablado bastante de TOC. Las investigaciones son esperanzadoras pero también contradictorias. Falta aún bastante, pero tenemos a muy buenos profesionales trabajando en el tema. Una vez que se pudo demostrar que se trata de un trastorno con una prevalencia mucho más alta de lo que se pensaba y con un alto coste sanitario y socio-laboral, el dinero para investigar ha mejorado mucho los resultados finales. Sabemos qué terapias son más adecuadas y estamos pendientes de estudios que confirmen cómo de específicas han de ser dependiendo del tipo de sesgos que presentan los pacientes. Mientras, nuestra tarea en la consulta es ir soltando los nudos del corsé a los pacientes y que comiencen a respirar el aire contaminado que nos inyectamos los demás en los pulmones mientras van camino del trabajo pensando si desayunarán tostada con jamón o tostada con mantequilla.