jueves, 27 de enero de 2011

Lleva la pelota Messi



En cuanto mis rodillas entran en contacto con el suelo de la habitación, en mi genuflexión nocturna diaria dedicada a la oración, antes de pedir por cada uno de mis pacientes, dedico unos segundos de agradecimiento a los influyentes psicólogos que han diseñado el mundo occidental actual. Hay que ser agradecidos. Mis amigos no creen esta teoría, ni la de que los hombres y las mujeres arrojan los objetos de una manera diferente. Pero los datos son los datos.

El primer paso para que nunca nos falte clientela, un paso a largo plazo,
es cuidar a la cantera.
- Estamos pensando que podríamos poner en marcha en nuestro instituto el programa ese para favorecer la resolución de conflictos.
- ¿¡¡Quéee!!?. Ni se os ocurra. Ese centro ha sido durante años mi principal fuente de ingresos.

También es una suerte ser católicos, ya que el paquete además de la fé incluye la “culpa”. Imagínese que hubiéramos sido protestantes y en lugar de culpa hubieran optado por la “responsabilidad”. Hablo con mis colegas finlandeses, que tienen un 95% o más de protestantes. “No. Aquí cabemos a dos pre-suicidas por cabeza. Una ruina”
La culpa es de los maestros. La culpa es de los padres. Menos mal, ya digo.

- Señora, su hijo no acaba las tareas en clase.
- Señor maestro, su alumno (mi hijo) no se cepilla los dientes.

Es emocionante. Es posible, no sé, que el plan estuviera pensado también para favorecer el consumo, motor por antonomasía sin el cual nada de los demás sería posible. ¿Cómo pudo evolucionar nuestra especie sin saber que ya era otoño en El Corte Inglés? En el mismo proceso de creación del ser humano en un calvo miope con mando a distancia, ya se dieron cuenta de lo beneficioso que iba a ser para nuestra profesión. ¿O primero pensaron en nuestro beneficio y luego se dieron cuenta de lo otro?

- Anda, mira, si además consumen como condenados.
- Corre, llama al FMI, creo que les puede interesar.

Qué acierto. Individuos mascullando sus dolencias, combatiéndolas con LCD o con LED.

- Me hago mucho daño a mí mismo.
- Puesto a hacerse daño, elija el BDSM.

Auto-observación, rumiaciones, búsqueda continua de la felicidad, aislamiento, pavor al malestar, incomunicación, trastornos de diseño, normalización de la violencia, desprestigio de lo social, salvamento espiritual a través de cualquier donativo a las ONGs adecuadas, competitividad, necesidad de destacar, intimar virtualmente,…

Fabuloso.

- Cariño, esta mañana la niña…
- Espera un segundo, que lleva la pelota Messi.

En el momento en el que estoy tumbado en el ansiado sofá, con todas las posibilidades que me ofrecen los 174 canales, el disco duro multimedia y GolTV y los tres mandos a distancia escondidos en mi espalda, me vuelvo a sentir integrado, parte de la comunidad.

martes, 18 de enero de 2011

La broma





Justo en el momento en que iba a sentarse le retiré la silla , en la única broma de ese estilo que recuerdo haberle gastado a mi padre. Cuando intuí las consecuencias salí a correr como alma que lleva el diablo. Era una tarde calurosa de verano. Sorteaba a los vecinos con la facilidad que otorga la ceguera. Imaginaba a mi padre y al resto de amigos que estaban con él en la marquesina, persiguiéndome al mismo ritmo que yo huía. Ni siquiera devolví el saludo a Cari, la chica que me prometía con cada mirada todo lo que yo llegaría a fantasear años más tarde. El proceso mismo de la huída excluye cualquier otra consideración racionalmente mundana. La tarde del verano duró lo suficiente como para que ni un deportista de mi talla pudiera soportar mantener aquella cadencia frenética. En una callejuela, la número 12 para más señas, mi padre me asió por el brazo cuando yo estaba postrado sobre mis rodillas tomando resuello.

- Hijo - me dijo visiblemente cansado también- ¿por qué te has ido corriendo así?
- Para que no me pegaras, respondí sin atreverme a mirarlo a la cara.
- Pero… ¿yo te he pegado alguna vez?

No es el primer recuerdo que tengo acerca de cómo las emociones ganaron la batalla al razonamiento, hasta el punto que cuando leí la frase de Wilde: “Puedo resistirlo todo, menos la tentación”, la convertí inmediatamente en mi mantra particular de autocondescendencia.

- Necesito sentirme mejor ya. No lo soporto….Dígame qué tengo que hacer para acabar con este sufrimiento.

El manual de urgencias está más cerca de las suprarrenales que de la corteza cerebral.

- Saque el móvil. ¿Su mejor amigo es del mismo equipo que usted?
- Sí. Del Barça.

(Vaya por Dios).

- Llámelo, quiero escuchar a dos seguidores de ese equipo hablar sobre cómo les va.

Llega un momento en el que tengo que avisar al paciente para que vaya cortando, porque la hora de la cita ha acabado. En ese momento están hablando de lo que van a disfrutar con los otros cinco goles que le espera al Madrid en su campo. Se ríen y cuentan chistes al respecto.

- ¿Qué tal?
- ¡¡Vamos a arrasar.!!, dice con euforia.
- No. Me refiero a usted.
- ¡Ah!.- se detiene a autocontemplarse de nuevo- ¡Uf, por un rato ni me he acordado de lo mal que estoy! ¿Tengo solución?

Ya sabe. Cuando le ocurra lo mismo que a este señor, dígale a su tristeza: “Llévame al campo de fútbol” . Lo abandonará allí durante un rato. Luego, al salir, volverá a cogerlo de la mano para acompañarlo a casa, sentarlo en su sofá, meterlo en la cama y cantarle el cuento de los insomnes. Mañana pídale que lo conduzca a casa de sus amigos y luego al cine.

A los trece años le dije a mis padres que me iba a Barcelona. Me preguntaron si llevaba suelto para el camino. Le sorprenderá comprobar lo complaciente que son sus emociones negativas con sus peticiones. ¿Te he negado alguna vez algo?