martes, 19 de junio de 2012

El bucle infinito




Una de las últimas aficiones que he incorporado a mi vida es la programación. La programación es una de las cosas más alejadas de la faceta emocional que distingue a los seres humanos. La mayoría de mis pacientes con Asperger se mueven como pez en el agua en este universo tan predecible. A mí me sirve como entretenimiento mental, sí ya sé, parece una especie de tortura si partes del desconocimiento casi absoluto, pero me ofrece retos y la posibilidad de estructurar de manera lógica la búsqueda de soluciones.

En la programación existe una cosa que llamamos bucles. Un bucle es una estructura que se utiliza para no tener hacer lo mismo una y otra vez. Cuando conocemos cuántas veces vamos a repetir lo que sea utilizamos una estructura del tipo   FOR….NEXT, pero cuando lo desconocemos es mejor utilizar alguna variante como por ejemplo: DO WHILE…. LOOP,  que viene a ser algo como “Hacer mientras se den estas condiciones”.

Muchos pacientes están metidos en algunos de estos bucles, como si se tratara de una habitación sin salida.

Hace unos días, mientras una chica me comentaba llorando lo mal que lo pasaba porque no sabía cómo manejar lo que le sucedía, la interrumpí y le ofrecí un caramelo. Ella lo aceptó y se lo metió en la boca. Ahora, con algo más de dificultad, siguió contando y llorando. Al acabar le pregunté si había notado alguna diferencia y me dijo que no. “¿Y el caramelo cómo estaba?”. “Muy rico”, me contestó. “Bueno, la historia no cambió pero al menos fuiste capaz de saborear un caramelo”.

Seguramente harán falta más cosas que un caramelo o su metáfora para salir de un bucle, para darse cuenta de que una cosa es la historia que nos decimos o la que nos cuentan y otra en realidad, es que sea la única o la más conveniente, y que seamos  o no capaces de cambiarla.

Volvamos pues a la programación, a la programación neoliberal en este caso:

Do While  mercados = descontentos
   Iva =subir
   Publico=eliminar
   Funcionarios=reducir
   Salarios= reducir
Loop

Buena parte de este bucle tiene un amplio calado social. Por ejemplo, si se  hiciera una encuesta para reducir el número de empleados públicos, su sueldo, vender los edificios y el patrimonio estatal, etc., muy posiblemente conseguiría la mayoría necesaria para llevarlo adelante. Los efectos colaterales pueden llegar a ser desde esperpénticos hasta dramáticos. Por ejemplo, los otros días un usuario comentaba en una oficina pública que los servicios desprendían un olor pestilente. Una empleada le dijo que se había suprimido la partida para productos de limpieza e incluso las horas para su limpieza. Para el usuario la solución pasaba por cerrar el edificio entero y echar  a todos los "vagos" que lo compartían. 

Entiendo pues, que sea tan fácil utilizar esta estrategia como medida de solución sin fin. Pero más allá de que un empleado asuma el  trabajo de cuatro y se tenga que traer el papel  higiénico de casa, existen otras consecuencias  a este tipo de políticas. El ejemplo más visible es por lo pronto Grecia.

En 2009 la tasa de suicidios en Grecia se situaba bastante por debajo incluso de la española, en el año 2011 se produjo un aumento de más del 40%, hasta el punto de convertirse en la mayor de  Europa.

La desesperación, la falta de  salidas  a las situaciones individuales y colectivas, son un caldo de cultivo excelente para las depresiones, y una vez instalados en las mismas, la propia muerte se convierte en una solución atractiva.

A veces tengo la sensación de que el sistema se está suicidando también. Si el capitalismo se basa en el consumo, le cueste al planeta lo que le cueste, y para consumir tienen que existir los homo consumens, ¿por qué los están extinguiendo de tantos países al mismo tiempo?

No sé, es como si  la oligarquía financiera hubiera descubierto las ventajas del feudalismo: el pueblo sólo necesita lo esencial para la supervivencia, el resto nos lo agenciamos nosotros, bien pertrechados detrás de un ejército pagado por el mismo pueblo al que sojuzgamos. ¡¡No me diga que no es atractiva la idea!!

Pero volver a la Edad Media no me hace ilusión, y puestos a ser exprimido prefiero vivir en Matrix y servir como energía para a una máquina, que a cambio me haga imaginar que vivo en el paraíso (o sea, viendo partidos de la selección y tele-basura: ¡Anda, si eso ya lo hago!).

Las decisiones que nos conciernen se toman en espacios que no tienen nada que ver con  aquellos que son ocupados por los diputados que elegimos democráticamente. Se legisla en una doble vertiente: para suprimir derechos (a este paso serán ilegales hasta las barbacoas) y para garantizar el pago a los señores feudales- perdón, los bancos y otras aves de rapiña financiera-, como por ejemplo, anteponer en la Constitución el pago de la deuda  a la garantía de los derechos sociales fundamentales.

Cuando en asociaciones como la nuestra, el colegio de psicólogos de una región determinada de este país, pasamos tanto tiempo debatiendo los Estatutos y tan poco tratando de implicarnos socialmente o de dar respuesta a algunas de las manipulaciones a las que asistimos, me entra cierta urticaria mental que me tiene inquieto bastantes días tras cada reunión. También nosotros nos metemos en bucles, en bucles infructuosos.




lunes, 11 de junio de 2012

A vueltas con la ansiedad


Los trastornos de ansiedad son los más frecuentes en las consultas de psicología. Entre ellos, el trastorno de pánico es probablemente el más habitual. Ya he comentado en anteriores posts cómo influye la valoración de los acontecimientos en el desarrollo de este cuadro, pero esta entrada va sobre uno de los fallos que  a  veces cometemos al llevar a cabo una terapia aparentemente tan clara y bien estructurada. Espero que le sea de utilidad a la persona que me lo ha comentado.




Si llamamos "A" al acontecimiento desencadenante, por ejemplo, notar que "falta el aire" y  "B" a la valoración realizada respecto a ese  hecho aparente, por ejemplo: "Me voy a asfixiar", la terapia se basa en atender a ambos elementos, pero haciendo hincapié en que es en el segundo en el que se encuentra la clave, por lo que no se trata tanto de que no aparezcan sensaciones corporales que podrían resultar desagradables o aversivas, sino de aceptar las mismas y saber etiquetarlas adecuadamente.

Tenemos que enseñar a desmontar "B" y a aceptar y manejar "A". Vaya, esto parece más álgebra que psicología.

Estos pensamientos ("B") suelen ser automáticos, estar en un segundo plano, provocando una rápida respuesta emocional, que suele crear bastante inestabilidad, y sumergidos en esa vorágine es muy difícil razonar adecuadamente, y por tanto, poner en práctica un cambio o reestructuración (esta palabreja es la que utilizamos, sí) de los mismos.

Es justo en esto en lo que se suelen cometer más errores. Una de mis mejores amigas me comentó que tras casarse decidió pedir algunas recetas básicas a su madre para comenzar. Una de ellas era lo que aquí conocemos como "puchero" y que consiste en hacer un caldo con carne, hueso, espinazo, algo de tocino, unos garbanzos, etc. Ella anotó todos los ingredientes y el tiempo que tenía que darle en la olla express. Lo que no se le aclaró fue que el arroz había que hacerlo después y no al mismo tiempo, por lo que se pueden imaginar cuál fue el resultado final.

Aprender el tratamiento de un trastorno y olvidar el peso que tiene en el mismo la personalidad, el contexto, o lo que es peor, el propio organismo, puede dar lugar a recetas estereotipadas que no sólo no van a funcionar sino que van a dificultar que el próximo terapeuta vuelva a implementar la misma terapia.

Los intentos de racionalización suelen ser estériles en determinados momentos y sin embargo, como es natural, es el más frecuentemente utilizado por  sus familiares y amigos, puesto que es el único recurso que tienen en principio. Pero los terapeutas hemos de tener cuidado con centrarnos excesivamente en este apartado sin trabajar más a fondo el conocimiento, manejo y aceptación de las emociones que provocan un determinado tipo de pensamientos, proceso en el que también intervienen, obviamente, los pensamientos, pero dirigidos a ese fin y no a otro.