viernes, 23 de marzo de 2012

El miedo como estrategia



De la película "El bosque", delimitando la zona peligrosa.


Si usted recuerda uno de los dibujos de una de las entradas anteriores, ese que hacía una comparativa en el cerebro entre la zona dedicada a las emociones y la de la voluntad, sabrá de qué va esto que cuento es este post, en caso contrario puede imaginarse un desierto y una palmera; la palmera es la voluntad, adivine qué es el desierto.

Conociendo eso sería absurdo que los partidos políticos, especialmente en unas elecciones, se dedicaran a intentar hacer llegar sus propuestas a zonas tan reducidas, poco definidas e inciertas como la corteza cerebral, especialmente el córtex prefrontal, más dedicado a controlar a la masa siempre insurgente de nuestra prehistoria cerebelosa, que a detenerse a analizar los motivos y su contenido. Pues no, es mucho más fácil, con muuuuucha diferencia, dedicarse  a amedrentar. Para qué voy a perder el tiempo hablando de mi programa electoral cuando puedo dedicarlo a asustar con las intenciones (reales o no) del programa ajeno.

Cuando yo era un crío (ayer, casi), el miedo era un recurso sociológicamente reputado. A mí mis padres no me asustaban, probablemente porque yo estaba todo el día jugando con mi amigo el elefante Fante y mirando como transcurría la vida desde el escalón de mi casa, pero al resto de niños de mi entorno, sin excepción, les inducían a saber dos tipos de miedo:

a. Al practicante.
b. Al hombre del saco.

Ya conté anteriormente cómo me afectó el segundo de los miedos, pero por fortuna para mí, ¡mi madre era la practicante!, la que ponía las inyecciones, así que mi culito siempre fue tratado con un mimo especial en esas tesituras. En mi casa no me amenazaban con el dr telaclavo, así que para que comiera las lentejas me daban Quina San Clemente, hip.

- Cómo no te comas la comida te llevo al practicante.

Joder, cómo iban a tener esos niños problemas de alimentación. Todos odiaban a los practicantes, eso sí, cada vez que tenían que llevar a un niño a ponerse una inyección, poco menos que había que arrastrarlo soportando sus aullidos lastimeros, y a no pocos de ellos me los he encontrado en la consulta aquejados de alguna que otra fobia.

Así que imagino que los  que diseñan estas campañas deben ser de mi generación, de esa que comprobó lo eficaz que era el miedo, no el miedo al tortazo, que es un subibaja de adrenalina rápido, sino a lo desconocido, al que se intuye tras el tono tenebroso del que te lo anuncia.

En Andalucía, el truco de "que viene el lobo" lleva dando resultado durante 30 años, hay cerca de dos generaciones de votantes para los que "el lobo" es  como un extraterrestre: no lo han visto, pero seguro que es verde y con mala baba. No importa, o poco, que el que te asusta esté devorándote las tripas, porque seguro que sus mordiscos son mucho más higiénicos que los del "lobo verdadero".

"Lo otro es mucho peor" es un mensaje fácilmente interiorizable. Piense en España y en Grecia y encontrará una respuesta fácil a la falta de contestación social que ha habido hasta la fecha a las medidas tomadas.

Lo de las elecciones andaluzas creo que es un remake de la película "El bosque". Le sugiero que  la vea. Es una peli de terror, de terror a lo externo, de endogamia social, de atrincheramiento. También puede ver, si resulta ser un cinéfilo eso sí, "La cinta blanca", si quiere aprender cuál es el caldo de cultivo para que una nación termine acogiendo al fascismo en su seno.

¿De verdad la única alternativa para evitar al lobo es quedarse a cenar con el conde Drácula?





miércoles, 21 de marzo de 2012

Mi cepillo de dientes ha perdido el control



 
Mi cepillo de dientes se ha vuelto loco. Si fuera a mi consulta me diría: “He perdido el control”, pero como me tiene en casa, en lugar de contármelo, actúa. Le doy al botón de apagado y él sigue girando como si nada. Una especie de rebelión juguetona. La primera vez me quedé un poco extrañado, pulsé con ahínco varias veces al botón hasta comprobar que no era un error mío. Al día siguiente seguía igual, por lo que mientras me cepillaba los dientes, intenté encontrar alguna utilidad para esta disfunción. "Perfecto", pensé:  "El cepillo tarda unos dos minutos en darse cuenta de que la fiesta se ha acabado. Dos minutos me viene bien como tiempo de cepillado. Lo enciendo, lo apago  y aprovecho el temporizador improvisado. No sé cómo no vienen así de fábrica".

Este fin de semana decidí darle una nueva oportunidad a las compañías low-cost. Cuando llegué al aeropuerto me dio por intentar meter la maleta en la cajetilla de tabacos que tienen estas compañías para comprobar si cumple con las medidas establecidas. Cuando vi que casi no entraban las ruedas me acordé del chino que me la vendió.

- ¿Cabrá?
- Seguro, seguro, sin problemas,... (cambien las /r/ por /l/)

Me salto el trastorno que va desde esa constatación hasta que estoy en la puerta de embarque y a la mujer que va delante de mí le dicen que tiene que pagar 50 € porque su maleta no entra (en realidad no entraban la cuarta parte de las ruedas, el resto estaba dentro, pero el chico decía que tenía que entrar todo. En fin, como "La naranja mecánica", más o menos). 

- Compruebe la maleta, señor - me dice el imberbe.

Igual que con el cepillo de dientes, de pronto tengo un insight, (los demás mortales tienen "bombillas", pero los psicólogos tenemos "insight"), y se me ocurre intentarlo boca abajo (¿Cómo iba a mentirme el chino, después de todo?). Se trataba de empujar como si hubiera estado haciendo pesas los dos últimos años a jornada completa. Sorprendentemente, la maleta se introdujo entera, ruedas incluidas, sin rechistar. Mi mujer y su amiga estaban a mi espalda aplaudiendo como locas. El resto de la cola también, porque en estas colas hay una solidaridad anti-piratas bastante extendida. 

- Perfecto - confirma el empleado.

Tiro de ella, pero no sale. Me agacho, pero la placa delantera impide que empuje desde abajo. La gente ya ha dejado de aplaudir. Empiezo a darle vueltas a aquel cacharro atrapamaletas, intentando encontrar una apertura por donde introducir las manos. Lo intento por detrás, pero entonces me doy cuenta de que tengo el hombro dolorido por el esfuerzo para hacer que entrara (sic). Una chica sujeta con su pie el aparato para ayudarme, pero no hay forma. Durante unos veinte o treinta segundos, ¿o quizá, veinte o treinta minutos?, el forcejeo parecía decantarse a favor de abandonar la maleta a la sociedad protectora de maletas casi-cost, pero finalmente gracias a todas las  manos que se aprestaron a ayudar, la dichosa maleta rojo furioso salió de la encerrona.

Los estresores cotidianos, esos contratiempos en forma de sorpresa, juegan un papel bastante mayor del que normalmente se tiene en cuenta. A veces le pido a algún paciente con un tipo de problemas determinado, que haga una lista de los estresores que tenga al día. Cuando los tenemos delante le pido que indique sobre cuál tiene capacidad de control,.. y la conclusión suele ser que sobre pocos o casi ninguno. Además, puesto que son una especie de micro-estresores, no se actúa sobre ellos con medidas de compensación. 

En mi caso, esas medidas tienen dos vertientes, una es que sigo siendo un crío de cinco años y casi todo en el mundo sigue sorprendiéndome e ilusionándome. La otra, es que de pequeño mis padres me metieron en una palangana llena de una sustancia que se llama resiliencia. Es un líquido viscoso y húmedo que te atrapa hasta dejarte sin vida, pero cuando sales y te secan con la toalla, comprendes que ni siquiera las compañías del parche en el ojo y mucho menos un cepillo respondón, van a provocarte renunciar a la vitalidad de todo lo que nos rodea esperándonos impacientemente.

martes, 6 de marzo de 2012

Una carretera con baches y otros dibujos


Buena parte de las sesiones las paso dibujando. Los seres  humanos estamos más preparados para recordar lo que vemos que lo que leemos e incluso, que lo que escuchamos. Cuando alguien llega a consulta por primera vez tiene bastantes dudas sobre el proceso terapéutico. ¿Tengo que contarlo todo?, ¿me irá preguntando? ¿será mejor que lo adivine? ¿cómo va a quitarme esto hablando?,..

 

Una vez que hemos aclarado la demanda, cómo se siente, las causas a las que atribuye el malestar y todas esas cosas que hacemos inicialmente, hay un momento en el que tenemos que explicar por qué sucede, en qué va a consistir la terapia o simplemente, en el que tenemos que alguna técnica concreta. El dibujo ayuda a fijar,  a pasar de lo abstracto a lo concreto.  Luego, buena parte de los pacientes me piden las hojas garabateadas para que le sirvan de recordatorio.

 

En una situación de crisis de ansiedad, por ejemplo,  es más fácil recordar un dibujo que un paso a paso de instrucciones. 

 

Esta es una muestra de algunos de los dibujos (síii, ya sé que son horriblemente malos) más recurrentes de la consulta y un resumen de las explicaciones con las que las acompaño:

 


 

  1. El verdadero peso de la voluntad
En nuestra cultura, el poder de la voluntad está sobreestimada, a pesar de las muchas evidencias en su contra.
Cuando quiero que alguien deje de abusar de la "voluntad" y se centre más en los planes concretos para cambiar, uno de los dibujos a los que recurro es a éste. Por un lado, hay un pequeño botoncito en un área del cerebro y por otro un círculo mucho mayor que representa a las emociones. ¿Cuál cree usted que ganará la batalla?






















2. Una carretera con baches


Trato a muchas personas con impulsividad, dificultades para organizarse, para iniciar o acabar trabajos, resolver problemas, llevar a cabo planes a largo plazo, controlar las emociones, etc. En resumen, alteraciones que tienen que ver con lo que llamamos Funciones Ejecutivas. Tanto para explicar en qué consiste como para determinar el por qué de la terapia que llevaremos a cabo o la causa de sus dificultades, suelo utilizar el siguiente dibujo.
El córtex prefrontal es la última zona cerebral en desarrollarse, tanto en cada individuo como desde un punto de vista evolutivo. Ha llegado la última y le hemos dado demasiado poder, pero bueno. En la otra zona dibujada aparece lo que está relacionado con determinados tipos de memoria, emociones, etc. Entre ambas, aunque no sólo entre ellas, claro, se establecen una serie de conexiones que yo llamo carreteras. Cuando experimentamos una emoción intensa que nos impele a actuar de una manera determinada, es el córtex prefrontal el encargado de frenar esa respuesta o de mitigarla. En determinadas personas la carretera que conecta ambas zonas está llena de parches y a veces el correo llega tarde o, simplemente, se pierde por el camino.
Les cuento que se tienen que hacer a la idea de que el córtex prefrontal vendría a ser un entrenador de fútbol que dirige a un equipo (los que están al otro lado de la carretera) y tiene que hacer que funcionen bien tanto individual como colectivamente. Si no ejerce su papel el resultado puede ser un desastre.

 




 



























3 .Tú, yo y otras fuentes de conflicto


Para explicar cómo influye la comunicación en determinados trastornos elijo este simple boceto. Si el discurso carga el peso sobre el "tú", probablemente se generen conflictos interpersonales de tipo externalizante; si gira en torno al "yo", muy posiblemente derive hacia la internalización de los problemas, baja autoestima, depresión y esas cosas tan bonitas que fabricamos con la vida interior continuada.

 




 4. 
El punto de no retorno


Otra fuente de ingresos bastante habitual en los gabinetes de psicología es la relacionada con la falta de control de las emociones con repercusiones, a veces, muy devastadoras sobe la vida cotidiana de las personas. Si el diagnóstico me ha llevado a pensar que se trata de un trastorno de personalidad del clúster B (los dramatizadores o externalizantes tipo histriónico, narcisistas, límite, etc.), tendremos que trabajar muy duramente con este capítulo. Así que es importante que entiendan desde el principio un concepto clave: el punto de no retorno (no vuelvo a contar el chiste que utilizo en la consulta porque está ya muy visto).
El dibujo representa a una persona a punto de caer por un barranco, todavía es capaz de frenarse aunque con cierta dificultad, pero si no toma conciencia de que tiene que hacer algo al respecto, llegará un momento en el que las estrategias de manejo deberán ser completamente diferentes y las consecuencias a pagar también.

5. La curva "explicatodo"

Hay pocas veces en las que, en algún momento de la terapia, no acuda a este dibujo. La campana de Gauss debe explicarlo casi todo en el mundo, desde la distribución de la inteligencia hasta el proceso del tránsito intestinal. Por ejemplo, se puede utilizar para abordar  cómo funciona la ansiedad y el papel que desempeñan las huídas en el mantenimiento y empeoramiento de dichos trastornos. Tratarse la ansiedad implica exponerse a las situaciones que la provocan y esa exposición debe ser lo suficientemente larga en el tiempo como para poder llegar a experimentar la desaparición final de la ansiedad o la disminución hasta puntos manejables. La mayoría de las personas, en cuanto se empina la curva hacia arriba (aumenta la ansiedad) actúan para que desaparezca. Lo que hacen para conseguirlo suele coincidir bastantes veces con la causa de que el problema siga empeorando.



 






 

jueves, 1 de marzo de 2012

Cómo acabar con el mundo




Los seres humanos se distinguen principalmente por dos características, el telencéfalo altamente desarrollado y el pulgar oponible; la primera permite al ser humano almacenar gran información, el pulgar oponible el movimiento de pinza de los dedos, y la manipulación de precisión. Esta combinación le da al ser humano oportunidades de mejora en el planeta, entre ellas…cultivar tomates.
Jorge Furtado. La isla de las Flores.
Tengo una fe inquebrantable en el ser humano. Bueno, por lo menos eso es lo que podría deducirse de las discusiones con mis amigos. Por otra parte, ¿cómo podría ser psicólogo si no?

A veces, no obstante, cuesta mantenerse en el camino. Ya comenté en un post anterior mi teoría sobre la concatenación de las mentes obtusas; una especie de organización sin ánimo de lucro que lucha desde hace años por destruir a la humanidad, pero con herramientas más sutiles e intangibles que las armas nucleares. No es que tengan un plan secreto, la gracia es que ni ellos mismos son conscientes del empeño que ponen para apagar la llama de la humanidad lentamente.

Existen otros subgrupos, igualmente desorganizados pero con igual capacidad centrípeta para provocar el caos  con una aceleración uniforme. Si trabaja en una oficina de la administración pública podría, por ejemplo, mirar a su alrededor, concretamente a sus  jefes. ¿Cómo han llegado hasta ahí? En su despacho hay cinco personas, y el jefe resulta ser el más  inepto. ¿Es una casualidad? Piense en el edificio, en la empresa en su conjunto. ¿Se repite la tónica? Sí, es preocupante.

Por encima de ellos están, habitualmente, (afortunadamente no siempre), las mentes obtusas, esos que son capaces de facilitar, e incluso promover, el ascenso de estas personas  ante el desconcierto generalizado.

Bueno, esto ocurre en algunas organizaciones, pero¿ imagina que también ocurriera en política? Políticos que llevaran el dinero público en el bolsillo del chófer para que sufragara las necesidades que fuesen surgiendo, otros que hubieran nacido para cobrar no importa de qué empresa, hubieran o no trabajado ene ella, que decidieran quién o quién no puede trabajar en un organismo público, que viajaran en coche oficial hasta para ir a la barbacoa del secretario general y se gastaran los bonos de gasolina en su coche particular, que consiguieran que una manifestación contra la corrupción apareciera en los medios de comunicación -los suyos, por cierto- como una manifestación contra el recorte de sueldo,...

Sería terrible para la humanidad que al albor de un mecanismo cuatrianual, en el que un 38 por ciento de la población va a votar, una parte de esos señores se dedicaran a este proceso siniestro de destrucción de la humanidad, o lo que es casi peor, de la razonable ilusión de todos nosotros  de  vivir mejor que nuestros padres. Menos mal que eso no ocurre.

Pero, vamos a ir un poco más allá, imaginemos que la cúspide de los obtusos, los egobtusos de una zona determinada, se reúnen con sus chóferes respectivos y llaman a un par de psicólogos para que les ilustre sobre el mejor plan para destruir el mundo, pero mientras eso llegue que puedan contemplarlo como Nerón, en una bacanal.

- ¿Qué hay que hacer? - preguntarían.

Entonces los psicólogos sociales les explicarían que sería fundamental intentar desprestigiar la política, hacer creer que no hay otro mundo posible, dominar los medios de comunicación, utilizar convenientemente el lenguaje para camuflar la realidad, por ejemplo, para describir "hundir a Grecia", utilizar reiteradamente eufemismos como: "rescatar a  Grecia", así la gente podrá imaginarse a unos señores aguerridos y misántropos tirando de una liana gigante para salvar al efebo de las arenas movedizas. Sería importante también, dirigir los mensajes al hígado y a la amígdala, o sea, -tendría que aclararles- sembrar el miedo y la incertidumbre, porque con el miedo ellos actuarán en manada y la manada siempre sigue al que se proclama guía y para conseguir ser guía es suficiente, entonces, con que señale a la fuente de peligro, sea o no real. Ojo, -remarcarían- convendría dar algo, algo, por muy miserable que sea ese algo, que se tenga mucho miedo a perder y que cueste muy poco ganar, así siempre se podría amenazar con que si llegan otros se perderá lo ganado.

- Jo, pero todo eso no podemos hacerlo nosotros solos.

No, -les tranquilizarían estos señores- hace falta crear un grupo afín, que se lo crea todo, una mezcla de clientelismo e idealismo, que esté dispuesto a pegar carteles y a defender el ideario ante quién lo cuestione sin plantearse si lleva o no razón en lo que cuestiona. Es una tropa fácil de conseguir.

- Entonces, sólo nos falta... la financiación.

Vaya, para solucionar eso igual tienen que ir a la otra barbacoa. Allí no necesitarán que los acompañe el chófer.

Mientras haya personas, asociaciones, partidos políticos, militantes de base,... que sean capaces de moverse, de salir a la calle, de abandonar el escepticismo, el  nihilismo y  todas las posturas  - acaben en -ismo o  en aso- que justifican el no hay nada que hacer;  mientras esas personas, se llamen Chomsky o Manolo Martínez o Jorge Furtado, sigan apostando por el futuro y gritándolo en todos los foros y los jóvenes salgan a las plazas y entretejan una barrera con sus brazos frente a la indiferencia; mientras eso siga existiendo, tendremos que seguir creyendo que estos pocos obtusos, aviesos o inconscientes, no podrán acabar con los del telencéfalo altamente desarrollado.





http://www.ver-documentales.net/capitalismo-una-historia-de-amor/