jueves, 22 de diciembre de 2011

Amar y planchar la ropa


-Échate para allá.

Seguramente, unos años atrás, cuando la relación comenzaba, la distancia entre ambos nunca era lo suficientemente corta, pero ahora, una vez consolidada, sentados en el sofá, de pronto, se vive la cercanía casi como una invasión del espacio propio. “Échate para allá”, le dice. Cuando no, simplemente, actúa de hecho, empujando poco sutilmente para liberarse de la “opresión”.

No creo que el amor esté sobrevalorado. Es así de maravilloso. El problema estriba más bien en la sobredimensión, en la creencia de que esa efervescencia que anula cualquier espíritu crítico, que te hace entregarte sin reparos, de que ese “vivo sin vivir en mí, vuestra soy, para vos nací” –perdón, Santa Teresa-,  seguirá siendo así hasta comerse las famosas perdices.

“Creí que esto sería otra cosa”, podría ser la continuación, la segunda parte pocas veces revelada en el cine. Lo curioso, al menos en los casos que veo en la consulta, es que cuando llega alguien deprimido por una ruptura no deseada y repasa cómo era su vida de pareja antes, a uno sólo le quedan ganas de sacar el champán para brindar, pero ella o él están ahí delante, llorando desconsoladamente, intentando entender por qué ha pasado lo que ha pasado.
Una vez que empiezan los conflictos, las fases de resolución tienen más que ver con la intención de no prolongarlos, con la voluntad más que con la elaboración. Entonces se van acumulando reproches, se compara lo que imaginamos con la realidad y  el amor y la  plancha comienzan a mostrarse en el mismo plano.

Unos meses atrás acudió a la consulta una pareja. Acababan de separarse de mutuo acuerdo tras convivir un año aproximadamente. Él era divorciado y ella había tenido un par de relaciones previas que no acabaron bien. Al poco de conocerse comenzaron a salir, pasaban tanto tiempo juntos y siempre con escasez de horas para seguir hablando que decidieron irse a vivir juntos al mes de estar saliendo. No les costaba nada complacerse mutuamente. “No te levantes, cariño, te lo traigo yo”, podríamos titularlo.

En toda relación hay un momento en el que tienen que comenzar a establecerse los límites. En psicología sabemos bien, que cuando esos límites son difusos, los problemas comienzan a hacinarse con facilidad. Es algo que no se aborda nunca – yo no recuerdo ningún caso- abiertamente. Se van estableciendo a base de hechos consumados.

Lo que me llamaba la atención de esta pareja era el hecho de que justo cuando habían decidido separarse para tomar distancia era cuando habían comenzado a sentirse más libres dentro de la relación, habían recuperado las ganas de contarse cosas y acabaron con los reproches y los temores a ser engañados, así como las exigencias mutuas. Previsiblemente iban a pasar por otra luna de miel. Ahora estaban allí, sin tener muy claro cuál debería ser el siguiente paso para no repetir el proceso anterior.

He visto también a muchas parejas  en las que el desigual crecimiento de uno de ellos ha ido provocando de forma insidiosa  un socavón  en la relación, que ha hecho que, en un momento determinado, la misma se derrumbre de forma aparentemente inesperada.

El capítulo dos de una relación de pareja necesita un alto grado de maduración personal, sentarse con la ilusión de construir espacios que permitan el desarrollo personal, pero también de solventar la tortura de las rutinas diarias de forma que no deje cadáveres en el camino.

Como usted comprenderá, las parejas no llegan a las consultas cuando comienzan los problemas, sino más bien cuando están enquistados, y a veces, buscando que alguien externo certifique el grado de razón que tienen en sus quejas respecto al otro, por lo que pasan mucho tiempo poniendo ejemplos y más ejemplos que permitan corroborar su tesis. Si entre esos ejemplos aparece con insistencia el planchado de la ropa, empiezo a sospechar que habrá que hacer un proceso de reconstrucción del capítulo I, y sólo cuando –si es posible, se produzca la reconquista, sentarse a negociar las consecuencias funcionales de la convivencia.

11 comentarios:

Lili dijo...

Walden, es una entrada superinteresante y que me ha hecho reflexionar en mi relación (no podía ser de otra forma :). Entre nosotros, había cosas de JC que al principio adoraba y de repente me empezaron a molestar (tonterías sin importancia) y me agobié muchísimo y nos sentamos a hablar. Creo que yo idealicé demasiado mi relación al principio. Ahora, catorce años después, soy más objetiva y creo que el amor es más sincero, se basa más en la realidad.
Un beso, guapo.

Irreverens dijo...

Realmente creo que el mayor obstáculo que impide pasar del enamoramiento a la convivencia amistosa es la idealización.
A mí me costó darme cuenta en relaciones anteriores pero, afortunadamente, me salió a la primera en mi relación actual.
:)

Un beso, Walden, y felices fiestas.

Anónimo dijo...

Pues sí, es verdad, y qué complicado... es decir, aunque lo entiendas, nada te garantiza que cuando te esté sucediendo te des cuenta.
Yo la primera vez que experimenté todo eso no me daba cuenta. Ahora, cuando vuelva a tocar que suceda, espero estar más pendiente de todo, sin paranoias pero atenta, a establecer límites, a no idealizar primero y lo contrario después, a darme cuenta de si uno está creciendo desacompasadamente... en fin, para evitar males mayores, básicamente.
Me gusta mucho leer las cosillas que pones por aquí.
Besos y feliz navidad.

Celia dijo...

Muy interesante, pero me surge una duda cuando dices:

En toda relación hay un momento en el que tienen que comenzar a establecerse los límites.

A que tipo de limites te refieres?

Gracias , un abrazo y un beso!

Ana dijo...

Feliz navidad!!!!

Walden dijo...

javi: Espero que tengas un buen año 2012 y todo lo anterior haya servido para hacerte ser mejor. Un abrazo.

Lili: Creo que por ese trance se suele pasar. Un beso para ti, eres una escritora estupenda.

Irre: La idealizació puede ser un obstáculo, claro, pero cómo enamorarse sin idealizar. Una alegría verte siempre. Un beso.

Exter: Si algo tengo claro es que cada relación nos hace tener más conciencia de las dificultades, aunque a veces eso no sea suficiente para eliminarlas. Que tengas unas Felices Fiestas y no te vuelvas a encontrar a ningún pelma, o mejor, que siempre que aparezca alguno tengas una legión al lado para implicarse. Un beso.

Celia: Me refiero a la necesidad de establecer compromisos concretos sobre las tareas de casa, hablar sobre la permisividad de seguir manteniendo amigos o aficiones que pudieran verse como un obstáculo por la otra parte, etc., es decir, de todo aquello que no es puramente amor y que si no se aborda puede mandar a la porra al afecto. Un abrazo y un beso.

Ana: Felices fiestas para ti también.

MT dijo...

La convivencia, la idealización, los límites...el amor tiene tantos rostros!Y el tiempo se encarga de desvelarlos todos!.Creo que la franqueza con uno/a mismo/a y con el/la otro/a puede ser un buen aliado, aunque no es fácil, a veces ni siquiera con una misma ser franca y admitir cositas que hasta pueden que nos resten poder. El poder en las relaciones es un tema de conversación, últimamente, frecuente entre mis amigas...te lo dejo por si te inspira (a mí no me inspira!).Un besazo vacacional!!

Walden dijo...

Hola MT. Estuve tentado de colocar la palabra "poder" en el título del post, porque realmente, cuando no se abordan directamente los problemas cotidianos, es cuando justamente comienza esa "lucha no abierta" por el poder.
Es un tema muy recurrente en la consulta y en las charlas de café.

Un beso amiga.

Jorge dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jorge dijo...

Buenos consejos. Si buscan algún tipo de plancha en específico y quieren ver sus ventajas con respecto a otros modelos les recomiendo ver esta web

blogercontido dijo...

Gracias por tus tips, tambien es muy importante saber elegir la plancha en lo particular me gustan mas las de vapor