miércoles, 30 de enero de 2013

Manual para perdedores (que esperan dejar de serlo algún día)




Hace un par de días leí la reflexión de una activista griega sobre la lucha en su país. Se sentía desmoralizada, después de batallar día tras día, de 8 huelgas generales desde 2008. Finalmente  se marchó a Londres a buscar empleo, porque en Grecia ya no había trabajo “ni de camarera”. 

Ella sugiere actuar de una forma completamente diferente, por ejemplo:

“…ni luchar, ni confrontar, sino desertar; ni reivindicar, ni pedir, desplegar aquí y ahora el mundo en el que queremos vivir; ni actuar, ni movilizarnos, sino entregarnos a cierto abandono. Hacer fuerza de nuestra debilidad.”

Si les soy sincero no acierto a ver la fuerza de esta iniciativa, pero sí me gusta la idea de ser capaz de planteársela. En un primer instante, sin embargo, lo primero que pensé mientras la leía fue en la desesperación de tantas personas que se enfrentan diariamente a esta sinrazón que nos invade sin que obtengan los resultados esperados. Me imagino a esos millones de Sísifos  griegos recobrando las fuerzas cada noche para volver a la batalla al día siguiente, probablemente con el mismo penoso resultado. Ya hay una legión de imprescindibles brechtianos, ahora necesitamos comenzar a ganar.


Aunque no llega todavía al mismo nivel de enfrentamiento campal que en Grecia, en nuestro país ya quedan pocos colectivos por movilizar, pocos conjuntos de población que no hayan secundado, protestado, maldecido, etc., contra los recortes y las estafas del día a día y las que vamos descubriendo de días y años atrás.

Algunas de las imágenes que cuelgo eran impensables hace muy poco. A los que vemos en las portadas de los periódicos es a los jóvenes descamisados, con el rostro tapado, incendiando lo que encuentran (da igual que la foto sea de hace 10 años o de otro país: la estigmatización no necesita a la realidad como vehículo). Pero no, estas personas obstinadas en luchar día tras día, relevándose para mantener la ocupación, no son noticia de portada.




La cuestión entonces es por qué seguimos perdiendo si hay tantas personas hartas de seguir pagando lo que deben los bancos con el dinero público y que expulsen de su hogar cada día a más de 200 familias, arrojadas a la calle y a la miseria, de que hagan ostentación de su riqueza mientras nos recortan los sueldos miserables o nos lanzan directamente al desempleo indefinido, que obliguen a lo mejor de nuestra juventud a emigrar como emigraron ya sus visabuelos,..  ¿por qué, siguiendo lo planteado por la chica griega, no se ha conseguido aún darle la vuelta a esto?


Guía práctica para perder batallas


¿Por qué perdemos? Estas son algunas respuestas posibles:
  • Estamos en el mismo bando. Tienen el control absoluto de los medios de comunicación. Se nota especialmente en los elementos claves. En lo demás pueden aparentar controversia, pero tienen claro dónde tienen que poner la barrera. A la hora de la verdad, piña común. 

  • Nosotros o el terror.Cualquier miedo o propuesta difundida desde el establishment repercute profundamente sobre una población ya acongojada: “nosotros o el terror”, no me diga que no elegiría usted a nosotros. Cuando les digo a mis pacientes, ¿prefieres eliminar tu angustia con esta técnica o con esta otra?, no ofrezco como opción la respuesta: “Con ninguna, prefiero seguir así”.

  • Atacar es ganar. Mantienen a la defensiva a los colectivos afectados. Basta con atacarlos. Todo el que se defiende es susceptible de aceptar peores condiciones que las inicialmente existentes. Es psicología del comportamiento básica. 

  • ¿Jugamos a las batallitas? Conseguir que determinadas organizaciones sindicales simulen algaradas esporádicas y comedidas ayudará a hacer cundir el desaliento. Una huelga general que no esté inscrita en una estrategia más general y con unas propuestas alternativas que puedan ser abrazadas por otras organizaciones, está abocada al fracaso más allá del número de asistentes que la secunden. Una huelga general es a la política lo que el órdago al mus; te la juegas. No puedes lanzarla si no estás seguro de que la vas a rentabilizar.

  • No son lo suficientemente de izquierdas. El sectarismo es imprescindible para que fracase cualquier movimiento. Ser tan corto de miras, tan inconsciente de las necesidades concretas del momento, ha sido siempre una barrera para el avance de la izquierda. Entre los que quieren una revolución ya y los que simplemente quieren recuperar el poder adquisitivo perdido y volver a soñar con comprarse un piso mayor, hay un abismo sin duda. ¿Cuál cree usted que es la proporción entre soñadores de “Todo pasará, como siempre, y al final podré comprarme el A4” y los soñadores de “Por fin todo el mundo se dará cuenta de la verdadera cara del capitalismo y haremos la revolución”? Pues eso.

  • Los intocables. Mantener al capitalismo en el búnker. Igual que al Rey, al capitalismo, como concepto, como sistema e incluso como simple nombre pronunciable, se le ha mantenido durante años en un limbo inexpugnable fruto de la represión y de la auto-represión. Hasta tal punto es así, que tanto uno como otro, monarquía y capitalismo, comienzan a lucir sin sonrojos sus verdaderos miserables rostros, y entonces casi podrías aventurarte a gritar: "Vaya mierda de capitalismo"  o en su defecto o al mismo tiempo, "Vaya mierda de monarquía", pero lo que te sale en realidad es: "Vaya mierda de monarca" o bien, "Vaya mierda de políticos", y entonces habrá pocos que no estén dispuestos a pactar una reconstrucción para que todo siga igual.

  • No puedo parar. Otra cuestión es la incontinencia misma del capitalismo, sintiéndose libre de oposición, de alternativa. El capitalismo no puede parar de devorar, es su esencia, detenerse es perder su identidad. 
    • Una pareja está haciendo el amor en la vía del tren. De pronto, ella ve un resplandor a lo lejos y lo avisa desesperada a él:
    • ¡¡Pepe, Pepe, que viene el tren!!
    • Pues que pare el que pueda – contesta él sin inmutarse.
         Créame, Pepe es el capitalismo: ¡No puede parar! 
  • Los pobres eran otros. Luego tenemos el papel de los pobres, especialmente los recién llegados, los que aún no han adquirido conciencia de serlo y los que están a un cuarto de medida del gobierno de pasar a engrosar su ejército. El sistema teje para ellos  una guerra no siempre incruenta: la guerra de los pobres. La guerra de los pobres asegura el sustento de los ricos. El caldo ideológico del que se nutren es el discurso hegemónico, el más fácil de digerir, el que da sentido al sufrimiento y sitúa la causa en la otra esquina, en la casa de los pobres de enfrente.

    • Los culpables son los empleados públicos (hay muchos), los inmigrantes (nos quitan el trabajo), los viejos (se llevan todos los recursos), las mujeres (tendrían que quedarse en casa, como toda la vida), los políticos (son unos corruptos),..
Estas guerras dispersan la atención y las fuerzas. Cada vez que hablas de política tienes que realizar un sobreesfuerzo para intentar paliar esto, pero da igual que des datos o argumentos, entre la razón y la emoción hay tanta brecha como entre los ricos y los pobres, o como dice Anguita, matizando el eslogan del 15M, “entre los de abajo y lo de arriba”. Entonces ves con tristeza que hace falta muy poco ejército enfrente, con ese virus en el cuerpo es cuestión de tiempo que nos diezmemos entre nosotros mismos.


  • La desesperación silenciosa. Más antiguo aún que el concepto de mayoría silenciosa es el que planteaba Thoreau, la desesperación silenciosa, para referirse a esas personas rendidas a la impotencia, que intentan alejar sus vidas de los conflictos a pesar de no ser ajenos a ellos. 
          A muchos de ellos, un día también llamarán en su puerta, a lo mejor ya es tarde, como en el famoso poema (1), pero entonces no será sólo tarde para ellos, sino para todos nosotros.


  • ¿Y cuál es la alternativa? Por último, la falta de referente alternativo tiene también un peso importante porque cada colectivo marca objetivos que, aún con nexos de unión con otros, son incapaces de confluir en un proyecto unitario. Pero la evidencia -¿o necesitamos más? ¿o no aprendemos de griegos y portugueses?- es que así nos desgastaremos, ninguna organización individualmente puede oponerse de forma consistente y eficaz en tal tesitura. Hay que saber medir las fuerzas. Nos asiste la razón y la justicia, pero no parece que sea suficiente. Es necesario una acción conjunta y para ello hay que utilizar las opciones que nos da este sistema que tan pocos resquicios deja. No podemos dejar pasar más tiempo sin aglutinar y constituir un referente conjunto, con un programa que abandere la ilusión por otro tipo de vida y de sociedad que acabe con tanta injusticia. Hace un par de años pensé que la propia acción llevaría, como ha sido finalmente en Túnez, a la constitución de un frente en el que se inscriban las organizaciones que tienen un único y legítimo fin, más allá de las diferencias. Habrá que gritarlo más alto. Todo lo anterior podría ser modulado por el efecto esperanzador de un referente común. En ello estamos.



    Vuelvo al principio, a la propuesta de la activista griega, aún sin estar de acuerdo en lo que plantea, sí estoy convencido de que el cambio implica acabar con lo viejo, y lo viejo está aún en nuestras mentes como  lo único


    (1) Cuando los nazis vinieron por los comunistas
                                                                      Martin Niemöller

    Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
    guardé silencio,
    porque yo no era comunista,

    Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
    guardé silencio,
    porque yo no era socialdemócrata,

    Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
    no protesté,
    porque yo no era sindicalista,

    Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
    no protesté,
    porque yo no era judío,

    Cuando vinieron a buscarme,
    no había nadie más que pudiera protestar.








10 comentarios:

Ana dijo...

Me gustaría haber puesto la foto pero no sé cómo hacerlo. Quizá no se pueda.
Me gusta la paradoja de la frase. Creo que encaja con la situación que estamos viviendo.
https://encrypted-tbn0.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcQ2FWr04jCwzZUYZ9iBH_fwFhW8R1O6DHL2aIRDkNd6nQiQQY3Q4g
Un abrazo grande.

Irreverens dijo...

El poema de Martin Niemöller es devastador.

Y, bueno, yo al menos estoy comprobando que mucha gente que hasta hace dos días no quería ni siquiera plantearse la posibilidad de dejar de votar a "los suyos", ahora alza la voz contra ellos y discrepa.
La verdad es que eso me da cierta esperanza sobre esa parte entre paréntesis de tu título.
:)

Ya solo faltaba la bomba informativa de hoy sobre el caso Bárcenas. Deberíamos recurrir a un tribunal internacional de justicia para que echara a todos nuestros políticos de este país. Eso sí: devolviendo antes todo lo que han chorizado. Y si ya se lo han dinamitado, que hagan labores sociales.

Un beso, Walden.

Anónimo dijo...

Me gusta esta entrada, lo que me queda tras leerla es todo positivismo, sea cual fuera la intención.
Estamos más lejos últimamente, he estado recuperando un poco mi rumbo personal. Aún estando en ello, me encuentro un poco más fuerte para seguir sitiendo que formo parte responsable de la colectividad.

Walden dijo...

Acabo de añadir la frase. Muy oportuna. Gracias, Ana.
Un besazo.

Walden dijo...

En Islandia acabaron en la cárcel, esperemos no ser menos aquí. Es impresionante.
Un beso estimado conejo.

Walden dijo...

Como me alegro de las recuperaciones de los rumbos. Espero que nos lo vayas contando, aún en la distancia.

La intención era esa justamente. Que nos queden tantas cosas por hacer y que podamos compartirlas es esperanzador.

Un abrazo dobre Rune, que hace tiempo que no nos vemos por la blogsfera.

Melània dijo...

Me gusta la idea de pensar en alternativas, especialmente cuando pienso en que nuestros hijos no saben si podrán quedarse en casa cuando acaben de estudiar...
Ahora mismo, la única que se me ocurre es la de la autogestión, es decir, dejar de consumir política.
Besos

Walden dijo...

Sí, Melània, tendremos que pensar alternativas. No podremos prescindir de la política, porque todas las alternativas tendrán que ver con hacer algo, lo único es poder hacer algo en beneficio de todos. Somos capaces, se demuestra cada día, también en esta esfera, sin duda.
Un beso.

Anónimo dijo...

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