martes, 13 de enero de 2009

El síndrome del canguro

House se golpea en la mano con el bastón, de esta forma desplaza el dolor de la pierna hacia otro más tolerable. La chica que tenía enfrente, en mi consulta, suele auto-agredirse tirándose de los pelos y dándose tortazos inmisericordes para controlar la intensidad emocional que sufre en esos momentos. Su familia la mira como una extraterrestre, tipo Alf, alguien con quien han convivido desde su nacimiento, pero que tiene unos comportamientos "completamente diferentes" a los de los hermanos. El novio le ha dado un ultimátum. Ella, tras cada arrebato le promete (que buena prensa tiene la voluntad) que no volverá a suceder, pero irremediablemente, la escena se repite.

Podríamos hablar de que esta chica presenta un típico estado de exclusión, una especie de estado mental en el que prevalece especialmente el temor al juicio negativo por parte de los demás. Digamos que el mundo es un entorno hostil, agonista, en el que se nutre su sensación de incomodidad e inseguridad, fomentando una baja autoestima e incrementando la distancia interpersonal. Es una especie de observadora. Cuando busco un universo común para compartir con las personas que sufren este problema casi siempre les hablo del "síndrome de la barra de discoteca". Yo experimenté este cuadro en mi adolescencia. Mis amigos bailaban emulando a Travolta y ligaban como si lo fueran, mientras yo me bebía mi piña con ron en dos sorbos meditando sobre Nietzsche, me distanciaba de ellos porque me entraba una zozobra en el cuerpo pensando en el ridículo que haría con mi falta de coordinación motora en medio de la pista. Tenía que huir de alguna manera, y para ello mezclaba lo trascendente con el humo del Lark y un poco de ron con algo. Años más tardes pude comprobar que para dar saltos no hacía falta una excesiva coordinación motora y que la ansiedad de desempeño duraba menos que el vaso del cubata, por lo que abandoné definitivamente la barra. No ligaba, pero sudaba bastante en la pista.

Hace unos meses llegó otra chica que cuando me hablaba de sí misma no me contaba ninguna historia que pudiera plasmarse en una película. El título de su discurso podría ser: "El vacío".

- Me siento vacía.

La sensación le produce un tremendo desasosiego. Evidentemente, si uno se siente "vacío" ¿que hace en la vida? ¿Qué hacemos con la caja vacía de las chocolatinas? Mi hija pequeña le encontraría una utilidad porque ella ve el mundo lleno, con sentido, y la caja vacía no es una caja vacía, es una caja que se puede llenar. Y ese aprendizaje de mi pequeña se lo traslado a estas personas habitualmente:

- Un día, -le conté-, estando hojeando libros en la cuesta de Moyano, en Madrid, encontré uno en cuya solapa había una crítica que decía lo siguiente: "Envidio a todo aquel que todavía no le ha hincado el diente a esta novela". Se trataba de "Juegos de la edad tardía" de Luis Landero. Lo compré: el anuncio del paraíso siempre me ha seducido. Ahora, cuando te escucho decir eso, pienso igual. ¡Qué suerte estar vacía!. Es como si te hubieran hecho una transfusión de sangre y comenzaras desde cero a descubrirte, a escuchar propuestas de otros, a explorarlas,...

Ella no quiere sentirse así. Para huir de esa sensación se ha vuelto bulímica, que tiene cierto sentido metafórico con lo que le ocurre, desde luego. Yo me lleno; yo me vacío.

Recuerdo también a otra persona que huía en un marsupio. Sufría lo que yo llamo, el "síndrome del canguro". Cada vez que empezaba una relación se iba entusiasmando con la otra persona, le daba seguridad, imitaba sus aficiones, le regalaba el oído constantemente, seguía su itinerario,.. hasta que se abandonaba completamente a sí mismo y se montaba en la bolsita del canguro. Entonces todo lo de la otra persona era suyo, y todo lo suyo le era ajeno. Finalmente, el niño crecía demasiado en el marsupio y mamá canguro acababa expulsándolo. La depresión lo conducía a la consulta.

Hay una especie de círculo vicioso al que llamamos congruencia del estado de ánimo. Si yo le digo: "La vida es una mierda", no esperará que esté oyendo "Cantando bajo la lluvia", ¿no?. Hay personas que entran en una especie de "bucle", como dice Buenafuente, y no son capaces de salir de él. ¡Ah, qué sería del mundo sin los psicólogos! (No, no conteste, es un comentario retórico).



- ¿Papi, -me pregunta mi hija, la que colecciona piedras para meterlas en las cajas vacías- qué puedo hacer para que no me moleste que los demás canten mientras estudio?

- Depende de lo que canten, claro.

En casa del herrero...






8 comentarios:

Unknown dijo...

Feliz Año, walden. Los casos que comentas en el post me parecen todos bastante graves, ¿no crees?. Imagino que serán difíciles de tratar. Afortunadamente no me identifico con ninguno totalmente, pero puedes decirme cuánto se tarda en tratar ese tipo de problemas normalmente.
Un saludo. Esther

Anónimo dijo...

Yo cuando cuento algo a un amigo me paso todo el rato diciendole como me siento, parecido a lo de la senascion de vacio que dices de la chica esa. Es muy agobiante, no tengo ganas de participar en nada con nadie porque creo que a todo el mundo le importo un pimiento. Nunca he ido a un psicologo pero soy muy aficionado a leer paginas de psicologia y autoayuda y eso, algunas veces me ha ayudado pero me doy cuenta de que sigo en el mismo sitio. ¿tu atiendes casos por internet?, es que vivo fuera de España temporalmente y a lo mejor me vendria bien un psicologo.
J.S.

Walden dijo...

Feliz año igualmente, Esther. Efectivamente, estos problemas que describo por encima suelen darse en personas con trastornos más severos, lo normal es que el tratamiento sea bastante más largo, a veces entre uno y dos años, con sesiones que poco a poco se van espaciando en el tiempo.
Un saludo.

Walden dijo...

Hola, J.S. No tengo consulta virtual, lo siento. Seguramente te vendría bien acudir a un psicólogo en la zona en la que vives. Cuando uno se distancia del grupo y pasa demasiado tiempo haciendo vida interior puede comenzar a distorsionar los hechos. Es un proceso, tenlo en cuenta.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Creo que las cosas que describes entran en buena parte dentro de trastornos de la personalidad. Efectivamente, el tratamiento es bastante largo y no siempre con resultados satisfactorios completamente. Yo llevo unos años tratando casos de TLímite y a veces llego a casa desquiciado. Ya me contarás tú que haces, walden.
Un saludo. Ramón.

Walden dijo...

Efectivamente, Ramón, se corresponden con síntomas frecuentes en trastornos de personalidad. En cuanto a qué hago con los TLP... lo que mejor me sale es rezar. Son casos apasionantes, pero igual avanzas mucho y de pronto parece que estamos otra vez como al principio. Si trabajas con personas con estos problemas no hace falta que te cuente nada.
Un saludo.

Figueras Bofill Psicòlogues dijo...

Hola,
tenemos en consulta una chica con una caja vacía y me he dado cuenta de que sólo queremos llenar nuestros vacíos los que tenemos esperanza. Ya sé que suena a tópico pero cuando crees que nada en la caja va a ligerar tu vida sino que la va a hacer más pesada... es difícil ayudar a que la llene. Lo que trabajo con ella es a que conecte con la niña que perdió lo que había en la caja (nosotras la llamamos la "vida que podría haber sido"). Poco a poco está empezando a sentir de nuevo.
Me encantan tus post, ¿ya te lo había dicho?.
Hasta pronto

Walden dijo...

Sí, creo que sí me lo habías dicho, pero no tengo ningún inconveniente en que me lo vuelvas a decir.

Gracias, eres muy amable.

Un abrazo.