miércoles, 21 de marzo de 2012

Mi cepillo de dientes ha perdido el control



 
Mi cepillo de dientes se ha vuelto loco. Si fuera a mi consulta me diría: “He perdido el control”, pero como me tiene en casa, en lugar de contármelo, actúa. Le doy al botón de apagado y él sigue girando como si nada. Una especie de rebelión juguetona. La primera vez me quedé un poco extrañado, pulsé con ahínco varias veces al botón hasta comprobar que no era un error mío. Al día siguiente seguía igual, por lo que mientras me cepillaba los dientes, intenté encontrar alguna utilidad para esta disfunción. "Perfecto", pensé:  "El cepillo tarda unos dos minutos en darse cuenta de que la fiesta se ha acabado. Dos minutos me viene bien como tiempo de cepillado. Lo enciendo, lo apago  y aprovecho el temporizador improvisado. No sé cómo no vienen así de fábrica".

Este fin de semana decidí darle una nueva oportunidad a las compañías low-cost. Cuando llegué al aeropuerto me dio por intentar meter la maleta en la cajetilla de tabacos que tienen estas compañías para comprobar si cumple con las medidas establecidas. Cuando vi que casi no entraban las ruedas me acordé del chino que me la vendió.

- ¿Cabrá?
- Seguro, seguro, sin problemas,... (cambien las /r/ por /l/)

Me salto el trastorno que va desde esa constatación hasta que estoy en la puerta de embarque y a la mujer que va delante de mí le dicen que tiene que pagar 50 € porque su maleta no entra (en realidad no entraban la cuarta parte de las ruedas, el resto estaba dentro, pero el chico decía que tenía que entrar todo. En fin, como "La naranja mecánica", más o menos). 

- Compruebe la maleta, señor - me dice el imberbe.

Igual que con el cepillo de dientes, de pronto tengo un insight, (los demás mortales tienen "bombillas", pero los psicólogos tenemos "insight"), y se me ocurre intentarlo boca abajo (¿Cómo iba a mentirme el chino, después de todo?). Se trataba de empujar como si hubiera estado haciendo pesas los dos últimos años a jornada completa. Sorprendentemente, la maleta se introdujo entera, ruedas incluidas, sin rechistar. Mi mujer y su amiga estaban a mi espalda aplaudiendo como locas. El resto de la cola también, porque en estas colas hay una solidaridad anti-piratas bastante extendida. 

- Perfecto - confirma el empleado.

Tiro de ella, pero no sale. Me agacho, pero la placa delantera impide que empuje desde abajo. La gente ya ha dejado de aplaudir. Empiezo a darle vueltas a aquel cacharro atrapamaletas, intentando encontrar una apertura por donde introducir las manos. Lo intento por detrás, pero entonces me doy cuenta de que tengo el hombro dolorido por el esfuerzo para hacer que entrara (sic). Una chica sujeta con su pie el aparato para ayudarme, pero no hay forma. Durante unos veinte o treinta segundos, ¿o quizá, veinte o treinta minutos?, el forcejeo parecía decantarse a favor de abandonar la maleta a la sociedad protectora de maletas casi-cost, pero finalmente gracias a todas las  manos que se aprestaron a ayudar, la dichosa maleta rojo furioso salió de la encerrona.

Los estresores cotidianos, esos contratiempos en forma de sorpresa, juegan un papel bastante mayor del que normalmente se tiene en cuenta. A veces le pido a algún paciente con un tipo de problemas determinado, que haga una lista de los estresores que tenga al día. Cuando los tenemos delante le pido que indique sobre cuál tiene capacidad de control,.. y la conclusión suele ser que sobre pocos o casi ninguno. Además, puesto que son una especie de micro-estresores, no se actúa sobre ellos con medidas de compensación. 

En mi caso, esas medidas tienen dos vertientes, una es que sigo siendo un crío de cinco años y casi todo en el mundo sigue sorprendiéndome e ilusionándome. La otra, es que de pequeño mis padres me metieron en una palangana llena de una sustancia que se llama resiliencia. Es un líquido viscoso y húmedo que te atrapa hasta dejarte sin vida, pero cuando sales y te secan con la toalla, comprendes que ni siquiera las compañías del parche en el ojo y mucho menos un cepillo respondón, van a provocarte renunciar a la vitalidad de todo lo que nos rodea esperándonos impacientemente.

13 comentarios:

Ana dijo...

¡Bien! Hoy publico yo el primer comentario. Es porque como te echaba de menos iba mirando el blog cada cinco minutos.
He hecho una lista de estresores cotidianos y se me ha acabado la tinta del boli. ¿Eso añade un estresor más a la lista?
Besos.

Ana dijo...

¡Ah, se me olvidaba!
Tú eres como Obélix, que se cayó en la marmita de pequeño, pero los demás nos vamos lavando a trocitos de vez en cuando en la famosa palangana y también funciona... ¡aunque parezca imposible!
Más besos.

Anónimo dijo...

Muy bueno! me he reído un montón a tu costa, que como sé que eres un tipo majo no te vas a molestar ahora que ya ha pasado el mal rato. Y me quedo con la reflexión final :)
Besos!

Celia dijo...

No se porque visualizo también tus historias y me parto.
te imaginaba tirando de la maleta y me moria...
es curioso si me pasa a mi no me hubiera hecho ni pizca de gracia... como soy...

lo de la resilencia pensé que yo también la tenia a carretadas, pero explicado como tu lo explicas lo mismo no tengo tanta.
Creo que tengo mas capacidad a soportar golpes fuertes que pequeños golpecitos. es curioso!

Irreverens dijo...

Yo he comprobado que, si voy con alguien, demuestro tener mucha más resiliencia que si voy sola.

¿Es eso normal, doctor? :)

Me ha encantado la entrada, Walden.
Hoy te mereces un besote sonoro.
¡Muá!
:D

Walden dijo...

Hola Ana. Que se acabe la tinta es sin duda un estresor cotidiano, jaja, en el caso concreto de estar haciendo una lista de estresores es, además, una señal que tendremos que tener en cuenta.
Bueno, sí, me metieron, no me caí como Obélix, y creo que el encargado oficial de la resiliencia en la vida, tampoco se dio cuenta de que ya tenía bastante de eso, así que me introdujo unas pocas veces más. Al final acabas resiliente, sí o sí.

Un par de besos para ti.

Walden dijo...

Me alegra que te haya divertido, a mí en su momento me suele producir una mezcla de ¡ojú! y ¡mecagoentó!, pero me dura poco, la verdad.

Un beso Exter.

Walden dijo...

Celia: Te puedo asegurar, porque luego me atrevía mirar para atrás, que la gente estaba sudando más que yo. Ya te digo, esto de la solidaridad...
Creo que todo el mundo tiene más capacidad para los golpes "gordos", entre otras cosas porque culturalmente estamos más preparados para ellos.

Un abrazo.

Walden dijo...

Irreeee: No, no es normal, tendrás que ir al doc.
Me parece que somos más resilientes como grupo que como seres individuales, pero como nos hemos empeñado en vivir dentro de nosotros...
Un besazo.

Ana dijo...

Me ha llamado la atención lo que dice Irreverens. Igual tiene que ver con lo que me pasa a mí.
Si voy acompañada en una situación delicada, conflictiva, fóbica (que tengo fobias también!!!!) controlo y no soy la misma que si voy sola.
Eso sí, la condición es que los que me acompañan dependan de mí (hijos, alumnos...)
¿Es eso normal, doctor? que diría Irreverens.

Walden dijo...

Se me acaba de borrar la respuesta al comentario (seguro que ahora te digo otra cosa diferente).

Te decía que a la consulta no llega ningún agorafóbico solo, todos llegan acompañados, pero no por los hijos, salvo que estos sean adultos y jueguen un papel protector.
Lo normal es que ante un miedo se busque seguridad. No obstante, en determinadas circunstancias, el hecho de tener que estar pendientes de otros puede ayudar a alejar la percepción de miedo propia.

Ves, la anterior respuesta era bastante menos seria que esta.

Otro beso.

Irreverens dijo...

Pues a ver cómo lo hacemos... porque yo sólo querría que me visitaras tú.
:)

Y aprovecho para ampliar mi comentario primero con lo que aporta Ana al final: también en mi caso es como si, al ir con alguien, yo me creciera. Como si de algún modo, al ir acompañada, tuviera más claro que hay que salir adelante. Mientras que si estoy sola tiendo a no creer tanto en mis capacidades... mmm... creo que voy a darle un par de vueltas más.
XD

Otro besote sonoro. ¡Muá!

Anónimo dijo...

Jajaja!!Entre las cosas que te pasan y las que se te ocurren el resto nos reímos mucho!!Y un final muy poético, sí.
Creo que cuando te pusieron las gafas esas de la resilencia te dieron como un master en psicología que a ti y a los demás nos viene muy bien!!Besitos!!
MT ( estoy como peleada con tu blog y ya me pone como "Anónima" siempre).