lunes, 3 de diciembre de 2012

Minorías

Muchas personas se preguntan cómo es posible que estemos sufriendo las injusticias que vemos diariamente y que no haya una gran revuelta popular. Es más, suponiendo que el descontento no se instrumentalice  en la lucha en la calle por distintas circunstancias, cabría suponer que en las elecciones se traducirían en un voto de castigo a las fuerzas que han apoyado con sus medidas la situación en la que estamos. Pero ni una cosa, ni la otra. Al menos, no como sería esperable.

La encuesta del CIS de junio de 2012 seguía dando como primera fuerza política al PP, seguida muy de cerca por el PSOE, tres veces por encima, ambas, de las estimaciones de voto de la tercera opción (IU). Bien es cierto que para conseguir esto, el número de desencantados que no votaría supera ampliamente a todas ellas.

En una charla reciente sobre instrumentos de control debatimos estos aspectos a fondo. Los mecanismos de manipulación son múltiples, pero el fin último es simple: alienar.


La colonización de las mentes a través del "pensamiento único", ese que preconizan y vociferan detrás de cada medida los distintos miembros del gobierno o allegados, comenzando por el propio Rajoy cuando sentenció: "Hago lo único que se puede hacer", no ha sido obra sólo del PP, anteriormente, utilizando este discurso, el gobierno de Zapatero había obrado de la misma forma, y entre ambos, con nocturnidad y alevosía, sellaron un pacto que debería ser considerado de alta traición, mediante el que modificaban la Constitución para priorizar el pago de la deuda a cualquier otra necesidad nacional.

No voy a entrar aquí en el motivo de la charla, sobre las distintas formas de manipulación. Me interesa hacer una breve mención a la necesidad de articular la lucha antes de que nos falten fuerzas para combatir tanta injusticia.

Estamos organizados en minorías y el objeto de las minorías, al igual que el del poder, es como señalaba Moscovici, la población. El poder tiene una autopista de varios carriles hacia la población y si le hicieran falta, abriría otros más. En esos carriles no sólo circula lo que normativamente hemos de pensar y hacer, sino también nos advierten sobre a quienes debemos reconocer como enemigos.  Para las minorías, en cambio, el acceso es mucho más tortuoso, apenas carreteras secundarias llenas de baches.

En ese proceso de acercamiento, las propias minorías están también influidas por el discurso oficial, y no pocas veces apuntan en su quehacer diario a lo que el sistema difunde como elementos causales, (políticos, corrupción, los bancos,..), dejando así libre de toda sospecha al sistema mismo.

Estamos siempre a la defensiva y prácticamente no nos quedan brazos para taponar todos los agujeros que van haciendo en la línea de flotación del barco. Hace unos días estuve en Madrid y no tuve tiempo material para poder participar en todas las manifestaciones. Eso sí, a última hora de la noche, cansado ya, me acerqué a La Almudena (era el día de la patrona) y contemplé lo poco que le había costado a aquella multitud de chicos y chicas, curas y seminaristas, concentrarse en un único y reconfortante lugar, como un ejército sin fisuras.

Mientras no haya un discurso alternativo que recoja en una serie de puntos básicos y claros las demandas reales que tenemos, el trabajo será infructuoso, con pequeñas victorias parciales y numerosas batallas perdidas,  frustraciones y desencantos.

La tarea no está - sólo- en el propio seno de cada organización, donde todos compartimos indignación y acción, sino en la calle, en recuperar las asociaciones de vecinos, en la universidad, en los centros de trabajo,..y en aglutinar las fuerzas, en centrarse en lo que nos une, en articular ese discurso esperanzador, nuevo y transformador, que ayude a superar los miedos, que descolonice las mentes, que permita vislumbrar otra opción como viable.

2 comentarios:

Ana dijo...

En mi trabajo, un instituto público, el desencanto y la sensación de indefensión es evidente.
La gente -y me incluyo- está apagada. Acabamos de salir de unas elecciones que sólo enarbolaban banderas y no ideas y tanto antes como después las conversaciones correspondían a gente más vencida que indignada. Y si aquellos que tratamos con quienes serán nuestro futuro no podemos insuflarles algo de esperanza y de coraje, ¿quién lo podrá hacer?
Un abrazo.

Walden dijo...

Pues sí, Ana, es normal sentirse así, pero por mi parte intento no desfallecer, pienso en los que vienen detrás, en los jóvenes de ahora,..

Cuando salimos todos a la calle la sensación de que es posible anima, luego cada grupo se va a su lucha y entonces se produce un efecto de estar continuamente tapando agujeros y de que eso acabará agotando a los que están en esa lucha.

Espero que cambie, estamos en ello.

A los maestros les sugiero siempre que le echen un vistazo a "El libro rojo del cole"

Un abrazo.