lunes, 11 de marzo de 2013

Revolviendo problemas de pareja: ¿Qué me llevo a la barbacoa?



En psicología sabemos que la convivencia continuada acarrea muchas dificultades. Después de cada periodo vacacional las demandas de asistencia por estos motivos aumentan considerablemente.

Es en esos momentos en los que los conflictos no resueltos, ocultos bajo la rutina diaria del trabajo y las obligaciones, suelen aflorar con más facilidad. A veces esas dificultades acaban traspasando la organización doméstica para adentrarse en el terreno de las emociones, y entonces la situación empieza a ser más difícil de resolver.

Voy a centrarme en este post en las relaciones de pareja y no en los conflictos materno-filiales.  Digo los materno-filiales y no tanto los paterno-filiales, puesto que la mujer, en general, sigue ejerciendo ese rol de cuidadora-educadora (desgraciadamente, las mujeres no cambian de roles, suman los nuevos a los anteriores) con mucha más frecuencia que su pareja masculina, por lo que la intensidad de los conflictos con los hijos se deja entrever con mayor virulencia con la madre.

Las promesas de cambio sustentan durante años  innumerables relaciones, a veces incluso  durante toda la vida de la pareja, creando finalmente una frustrante sensación de incapacidad que hace que los intentos sean cada vez más débiles o esporádicos, cuando no se abandonan directamente, aceptándose la inmutabilidad de las cosas, o como resumiría el poeta, aceptando que  Nunca fuimos lo pensado.

Les propongo una técnica que llamo "¿Qué me llevo a la barbacoa?", y que se sustenta en dos puntos básicos: Qué y Cómo.

Es muy simple. Imagine que organizamos una barbacoa en grupo y que en lugar de centrarnos en lo que tenemos que llevar, cada uno le exige a otro que traiga los platos  que nos gustan  a nosotros.

- Tú traes una tortilla de espárragos y tú una empanada gallega... ¡bien cargadita de mejillones, eh!

No es difícil concluir que la comida habrá acabado antes de empezar.

Nos gusta la idea de pasárnoslo bien en grupo, pero en lo que pensamos es en qué podemos llevar nosotros, no en exigirle a los demás que lleven algo concreto.

 De la misma manera, si tenemos que resolver un conflicto con nuestra pareja conviene centrarse en aquello que está en nuestra mano cambiar.

Que no haya reglas explícitas que regulen el comportamiento, no quiere decir que no existan. En determinadas culturas, como por ejemplo, en Andalucía, se entiende de forma tácita que si yo invito a una ronda estoy exento de la siguiente. Es más difícil establecer pautas adecuadas a una relación en la que las emociones juegan un papel tan importante, pero es esencial distinguir entre aspectos funcionales y aspectos afectos porque los conflictos, como comenté antes, tienden a crear una peligrosa mezcla entre las dos que imposibilita un afrontamiento eficaz. Por lo que tenemos que tener alguna estrategia consensuada para resolver los problemas que surjan, dando por hecho que surgirán.

Esta es la técnica en su desarrollo esencial.

Qué: La forma de trabajar inicialmente este aspecto consiste en realizar una puesta en común sobre lo que cada uno está dispuesto a poner encima de la mesa para solucionar los conflictos abiertos. No se trata, en este caso, de hacer peticiones al otro miembro de la pareja, sino simplemente,  de reflexionar sobre lo que cada uno considera que debe aportar para hacer viable la relación.

Este primer punto es esencial porque es mucho más difícil chantajear las propuestas propias que las ajenas.  Por otra parte, esto conlleva un proceso en el que nos involucramos como parte activa del problema, evitando monitorizar los comportamientos ajenos a la espera de que haya un error que confirme nuestras pesimistas expectativas.

- ¡Ya sabía yo que esto no iba a funcionar!

Cómo: La segunda parte se centra en cómo hacer viable aquello que uno está dispuesto a cambiar. No basta con pensar y declarar las buenas intenciones, se tienen que atisbar o recordar los posibles obstáculos personales por los que antes no hemos sido capaces  de llevarlos a la práctica  adecuadamente y establecer los mecanismos que esta vez lo hagan posible.


Entonces, en lugar del clásico: "Te prometo que cambiaré!", fruto más que de la necesaria reflexión, de la necesidad de  eliminar el malestar del momento y el que se adivina de concretarse la separación, se invita a la pareja a pensar y a exponer qué cosas concretas son capaces cada uno de ellos de aportar y cómo van a conseguir que fructifiquen con éxito.

Es un punto inicial, desde luego, pero sin el cual todo el arsenal terapéutico del que disponemos se desmorona a veces como un frágil castillo de naipes al poco de ir aplicándolo.

Lo habitual es que las parejas lleguen a consulta con un historial previo de fracasos que con el tiempo han derivado en una tendencia  a sabotearse mutuamente para confirmar sus propias expectativas sobre las verdaderas causas de los conflictos y eso hace muy difícil que tengan éxito los intentos venideros.

Cuando ya se dan por vencidos acuden a un agente externo para que medie, pero casi siempre con la intención de que cambie el otro, al que atribuyen habitualmente la base del problema.

A veces realmente es así; uno no aporta, ni ha aportado y los intentos son siempre sólo de un miembro de la pareja, entonces, si no hay un compromiso mutuo todo intento será estéril. Esta técnica ayuda también a desenmascarar este aspecto: igual que nos alimentamos a nosotros mismos, las relaciones necesitan ser alimentadas por los miembros que la componen, en caso contrario, termina con carencias de algún tipo, igual que le sucede a cualquier organismo vivo. Puede que esa carencia no acabe con el mismo, pero sí ocasionará trastornos que harán que el día a día se haga cada vez menos placentero, cuando no doloroso.

Le propongo que la próxima vez (que la habrá) en la que los problemas afloren se pregunten a sí mismos: ¿Qué me llevo a la barbacoa?,  en lugar de: "¡Si no llevas pollo empanado a la barbacoa, conmigo no cuentes!"



18 comentarios:

Anónimo dijo...

Walden, estoy fatal de la cabeza, eh? he escrito un comentario mega largo que acabo de borrar, divagando sobre las relaciones y los conflictos, llevándomelo todo al terreno personal... un follón, claro. Creo que necesito ocuparme de los problemas de otros para dejar de obsesionarme con los míos. ¿Os hacéis psicólogos por eso? :D

Irreverens dijo...

Muy buena, Rune.
:)

Querido Walden...
el símil de la barbacoa me parece tan sencillo como genial.

¿Cómo reavivar, no obstante, una relación en la que no se dan nunca conflictos? Bueno, supongo que si no los hay es porque alguien se los calla... ¿o no?

Un beso grande
PS: Espero poder deciros algo la semana que viene en mi blog... ;)

Walden dijo...

jajaja, no en mi caso, Rune. Sencillamente me encantaba y me encanta la psicología.
Una pena que lo hayas borrado después del esfuerzo. Me lo podrías haber mandado por mail al menos, ya sabes que sigo tus vivencias paso a paso.

Un abrazo.

Walden dijo...

Me alegra saber que ya está tan cerca la resolución Irre.

Sólo se reaviva lo que va mal, ¿no?

Lo discutiremos.

Un beso.

Rita dijo...

Me enseñaron una vez una cosa que me parece muy importante y que se me ha quedado grabada: una relación de amor sana, es aquella en la que puedes ir al otro, y después regresar a tí mismo. Cuando uno se enreda en el camino de vuelta o se queda en el otro, entonces esa relación está malita.
Yo siempre he sido muy Teresa de Calcuta, pero también es verdad que me confundí pensando que amar sin límites era más que suficiente, y lo cierto es que en ocasiones no estaba escuchando lo que reclamaba mi pareja. Y me indignaba: ¡con todo lo que le quiero, y no le parece suficiente! Hay que saber escuchar, observar y preguntar.
Lo más gracioso de todo es que llegué a esta conclusión observando a mi perro, el cual sufría hiperapego y tuvo que estar en terapia perruna. Algún día escribiré en mi blog sobre todo lo que aprendí de esa terapia perruna perfectamente aplicable a los humanos.

Celia dijo...

Me ha encantado la entrada!!
Lo pondré en practica!

Una pregunta personal que me surge es que siempre que leo o escucho eso de que a la vuelta de las vacaciones las parejas se separan (que se que es cierto) Yo pienso que en vacaciones es cuando mejor estoy con mis parejas (hablo en plural porque siempre me paso)
Imagino que es porque la rutina del día a día , como ya sabes por mi blog me mata y me hace mas irascible

Será eso?

Walden dijo...

Pues sí, Celia, es justo eso que dices. No siempre, afortunadamente, eso se corresponde con la realidad.
Ahora el problema se agrava por varios motivos, mayor tiempo de convivencia pero no a causa de las vacaciones.

Un beso.

Walden dijo...

Me ha encantado esa descripción, Rita, te la pido prestada.
También lo que comentas sobre como amar y ser capaz de entender las necesidades de la pareja no siempre tienen por qué ir de la mano. Muy interesante tu comentario (incluida la observación del perro)
Espero encontrarla desarrollada en tu blog.

Gracias.

Un abrazo.

Rita dijo...

Pues tus deseos son ordenes para mí. Ya tienes la teoría desarrollada en mi blog. Espero que la disfrutes ;-)

MT dijo...

Acabo de leer tu entrada,Walden...uummmmmmm...me ha encantado y sí, muy acertado, parecen fáciles y poquitos pasos para acercarnos a nuestra pareja, pero no son ni lo uno ni lo otro.Gracias como siempre,besos!!

Walden dijo...

Por fin tengo un rato disponible. Me voy a corriendo a tu blog.

Walden dijo...

Gracias Tere. Ya sabemos que no es fácil, sí.
Un abrazo.

Levemente dijo...

Qué blog tan interesante... y qué libro tan maravilloso, "Walden, o la vida en los bosques"... Tu nombre me lo recuerda :-)

Walden dijo...

Gracias por el comentario y la visita, Levemente.
Mi alias se corresponde justamente a ese Walden.

Un saludo

Irreverens dijo...

Veo que fui algo críptica en ese comentario mío...
Mi búsqueda de vocación me está llevando a replantearme muchas cosas, Walden.
Pero ahora mismo me siento incapaz de sacar conclusiones claras de nada. Por el momento puedes saber un poco de mi situación actual leyendo mi última entrada en el blog.
:)

Melània dijo...

Qué difícil es trabajar con parejas... porqué siempre entras de puntillas como si fueras un intruso. A mi me funciona con ellos, además del compromiso personal, el poner multas divertidas cuando el otro no cumple con su parte. Una pareja decidió ir a comer al Mcdonals cuando no cumplen el acuerdo (y realmente odian esa comida)

Walden dijo...

jajaja, sí yo también utilizo recursos de ese tipo, me ha hecho gracia lo del McDonalds.

Un beso.

Pace dijo...

Es una pena, pero la imagen muestra claramente el resultado final de una pareja pobre en comunicacion.
Gracias por compartirla!