miércoles, 6 de agosto de 2008

Tocando el violín


Cada vez acuden a la consulta más niños a los que les va mal en el colegio. Cuando recojo su historia parece como si siguieran una especie de espiral descendente de abandonos. Primero trasladaron un mensaje pesimista desde el colegio: "su niño va fatal, tiene que estudiar más", la madre (casi siempre es la madre) se esforzó denodadamente durante dos o tres cursos en mejorar el rendimiento escolar del niño. La cosa acabó mal y donde antes hubo un hijo ahora hay un estudiante. De forma que la madre tira la toalla y decide que le den clases particulares. En las clases particulares nunca abandonan, pero el niño tampoco mejora significativamente (los que mejoran, obviamente, no llegan a la consulta), así que un día en la reiterada conversación entre madres alguien les habla de una consulta y acuden esperanzadas.


Es raro que sea el niño el que solicite a los padres que lo lleven al psicólogo, ellos han renunciado, en muchos casos, a seguir esforzándose y ahora va a costar reconducirlos. Una vez que han probado la dolce far niente la cosa se nos complica.



Es un tema que me interesa especialmente, de forma que volveré a él en varias ocasiones. Pero ahora quisiera centrarme en un aspecto fundamental del aprendizaje.



Recuerdo muy a menudo una investigación, un meta-análisis, sobre ¿cuál es la clave de la terapia?. Me llevé una sorpresa con las conclusiones: lo más importante no era seguir el modelo conductista, cognitivo-conductual, hacer psicoanálisis o terapia sistémica. Lo fundamental, lo que desnivelaba el resultado era... ¡el o la terapeuta!. Adivina el resultado si le dices a tu paciente que pasee un plátano atado a una correa por la calle Concepción, pero si se lo dice (decía) Albert Ellis ten por seguro que comprará una banana caribeña y una correa con chapa dorada.


Sin duda, la figura del maestro o la maestra es igualmente clave en el proceso no ya de enseñanza, lógicamente, sino en que el niño distinga entre estudiar y aprender, que disfrute en lugar de sentir y vivir el colegio como un martirio. Eso se nota más incluso con niños con dificultades escolares.


Me acuesto muchas noches con mis hijas a leer, nos ponemos los tres juntitos (qué calor) y leemos por turnos. Antes de la lectura solemos reflexionar sobre cosas cotidianas o más trascendentes. La otra noche, pensando en esto, les comentaba que aprendieran a distinguir entre las personas que te enseñan y las que te hacen crecer. A las dos hay que estarles agradecidos, pero a las segundas hay que reservarles un lugar en nuestras vidas. A mis hijas les encanta aprender -ese es el suero gota a gota que hemos intentado inculcarles la madre y yo-, pero este año han tenido la suerte de tener algunos de esos maestros -en este caso, maestra- de las que ayudan a crecer. Disfrutan de las clases, son divertidas y dinámicas, utilizan las nuevas tecnologías, se graban, lo cuelgan en un blog y luego pueden ver o descargar los videos. Los miro salir de la clase y van todos tocando el violín.


Gracias, seño.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me llamo Cati, doy clases de primaria. Me gustaría que comentaras qué haces con los niños con problemas de aprendizaje. Tengo alumnos niños que van fatal, aunque veo que tienen interés. He hablado con los padres cuando he podido, pero no avanzamos.

Walden dijo...

Hola, Cati, si tienes alguna duda concreta sobre algún niño o bien quieres integrarte en un grupo para trabajar sobre los centros TIC para aplicar las nuevas tecnologías en esos mismos casos, envíame un correo y te pongo al día. Un saludo. Juan.

Ali dijo...

Hola, me llamo Alicia. Estoy interesada en eso que comentas, así que te pongo mi correo para que me informes.
Por cierto, me gusta tu blog.
Un saludo.
aliciasinespejo@gmail.com