viernes, 17 de abril de 2009

¡Gracias, Dios mío, por darnos esta lengua tan clara! (Cap. 2)



Muchas personas me preguntan cómo está afectando la crisis a las "cabezas". Mal. Lógicamente, mal. La falta de discurso político coherente y cercano a la realidad no contribuye a que las personas inicien un proceso de adaptación. Tengo a pacientes que venían a la consulta por un determinado motivo y que en algún momento se quedaron desempleados. Al principio lo veían como una especie de oportunidad. "Tengo dos años de prestaciones así que me llevaré unos meses descansando, porque estoy trabajando desde los 20 años, y ya luego comenzaré a buscar..", me decía uno. Cuando empezó la búsqueda activa de empleo, sólo encuentra trabajos que no está dispuesto a aceptar, por las malas condiciones laborales y económicas que le ofrecen. Ahora comienza a deprimirse.




Los seres humanos somos más vulnerables cuanto más aislados estamos. Esto lo vemos a diario en la consulta. Chomsky dice que "...si no se atomiza a la gente, si no se la conduce hacia aquello que denominamos las cosas superficiales de la vida, como por ejemplo el consumo de moda, la población puede girarse en su contra.


La información nos la dan tan mascadita que no necesitamos hacer ningún esfuerzo para reflexionar sobre ella. No informan, opinan directamente. La próxima vez que vea un telediario, o lea un periódico observe este hecho. Hace un par de meses, un periódico local escribía en su portada acerca de una manifestación que hubo en la ciudad: "Fracaso absoluto de la manifestación. Apenas se reunieron trescientas personas". El autor no explicaba si, dado que eran tan pocas, se había dedicado a contarlas a dedo. En otro periódico de la misma ciudad aparecía en cambio lo siguiente: "Éxito en la manifestación convocada por.... 3.000 personas, según los convocantes, mientras que las Subdelegación del Gobierno habla de 2.500".




Debo reconocer que esta forma de afrontar la realidad nos interesa sobremanera a los que tenemos consultas particulares. En realidad, es un modelo similar a aquel otro de manipulación emocional:




- Mi marido está harto de decirme que estoy volviéndome loca. Que vaya a algún sitio a que me lo miren. Y tiene que ser verdad... no lo dejo vivir... todo el rato preguntándole, sospechando,...


- ¿Y por qué sospecha usted?


- Cuando llega tan tarde por las noches y le pregunto... Es que no puedo dormir, me quedo esperándolo, pensando que estará haciendo... ya se imagina usted... Entonces llega, se lo reprocho. Le digo que podía haberme llamado, yo que sé...


- ¿Y él qué le dice?


- Que cada vez tiene menos ganas de llegar a casa, porque cada vez que entra por la puerta es para que le eche un sermón... Que así no puede vivir.




Menos mal que estamos en un país progresista. Es cierto, como reconoció el señor Petras, sociólogo de la Universidad de Nueva York, en aquel informe que intentaron secuestrar los que lo habían encargado, que a "los progresistas les interesa el 2% de los marginales, cualquier cosa menos el destino de tres millones y medio de españoles parados y de los eventuales que tratan de vivir del salario mínimo" (aquellos maravillosos ochenta).




Uno ve en la televisión a estas señoras del gobierno vestidas de una manera determinada ("Cada vestido de la vicepresidenta cuesta como nuestra producción de 10 años.") y tienes la sensación de que están en otro sitio, en otro mundo, posiblemente se estén pisando la realidad de las cosas ("¿Qué sería de nosotros, los astronautas...?").




Hay una gran preocupación en el Ministerio de Igualdad en que se corrija el lenguaje sexista. Nosotros estuvimos en el Colegio de Psicología, antes Colegio de Psicólogos, debatiendo este tema (el cambio del nombre del Colegio) durante una año largo. No voy a poner ni una coma a este asunto, pero sí me extraña sobremanera lo poco que se relaciona la desigualdad con el modelo económico desde estas Instituciones. A principios de los ochenta era de lectura obligatoria el libro de Castilla del Pino sobre la alienación de la mujer. Nunca imaginé que aquellos planteamientos iban a terminar en el mismo cajón que el Informe Petras.


Es estupendo ver cómo la forma ha terminado ganando la batalla a la sustancia, ahora que por fin he entendido aquellos términos que se me antojaban complicados cuando estudiaba lengua.




Una antigua compañera de trabajo llegó una mañana contando lo siguiente:


"Ayer estaba viendo la televisión con mi madre. De pronto alguien estaba diciendo un discurso en inglés y veo persignarse a mi madre y decir: ¡Gracias. Díos mío, por habernos dado una lengua tan clara!"




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