lunes, 29 de octubre de 2012

Manual práctico de felicidad: embarcarse.

Hay muchas películas que revisito con cierta asiduidad, desde "¡Qué bello es vivir!", hasta "Manhattan", pasando por "Centauros del desierto". En cada ocasión sé lo que voy a ver, pero también descubro comentarios o gestos que me pasaron desapercibidos anteriormente y que hacen que haya merecido la pena de nuevo.

 De la misma forma, vuelvo a mirar hacia adentro, hacia mis pensamientos y acciones, esperando  que no haya demasiada distancia entre la persona que soñé ser y la que soy, entre la que está en el escenario y la que se mueve entre bastidores.  No encontrar abismos ni cráteres insalvables me da la tranquilidad suficiente para poder dedicarme al mundo exterior, a los que están a mi lado, a los que acuden a la consulta, a los que están en el eterno equipo de perdedores en el que me inscribí conscientemente hace tanto.



En el ejercicio anterior hablaba un poco de la necesidad de tener resuelto el problema del autoconocimiento, no porque una vez que lo sienta así se acaben esas "visitas", sino porque, como decía arriba, deja espacio al crecimiento una vez resueltos los conflictos hallados. Si se afronta esa tarea con miedo se corre el riesgo de  que crezca el área ciega, que nos lastre en nuestras intenciones de liberarnos e intentar ser felices.

Citaba a Fromm en este sentido, aunque incluía a  los demás en el proceso de conocimiento, de investigación, porque los demás pueden ayudarnos en ese proceso.

Hoy hablaremos de otro paso más que, como los anteriores, no son especialmente fáciles, pero que sí producen una transformación profunda y duradera, que otorga sentido, que nos permite estar en el mundo y sentirnos parte de él: participar.

En el primer post comenté la necesidad de aprender a dar felicidad a los demás, porque sin eso sería muy difícil que estemos preparados para dárnosla a nosotros mismos. En el segundo, hablaba sobre el papel que desempeña la ilusión como motor de la felicidad. En el tercero, abordaba de forma básica cómo mejorar el conocimiento de sí mismo y facilitar la intimidad, lo que permite compartir nuestro universo interior, sin atrincherarnos en las rumiaciones. Frida Khalo decía que "amurallar el propio sufrimiento es arriesgarse a que te devore desde el interior".

Todo lo anterior se complementa con éste: participar en el mundo que nos  ha tocado vivir. Participar puede significar pertenecer a un grupo de patchwork o a un equipo de futbol o a un partido político o a una asociación, o a un grupo bloguero (yo estoy en un par de ellos sobre elaboración de materiales didácticos),..

Quedarse en el puerto viendo los barcos pasar le provocará muchos menos riesgos que estar embarcado en uno de ellos, pero la felicidad es algo que se construye en alta mar, navegando.

Desde el punto de vista psicológico y de la justicia social, probablemente unas formas serán mejores que otras, pero todas proveerán de alguna manera el objetivo perseguido. Por ejemplo, si usted decide hacerse voluntario y ayudar a otros se sentirá mejor, pero si se hace voluntario con el fin de que ese otro no necesite algún día su ayuda, se sentirá igual de bien, pero habrá mejorado la dignidad del que recibe su ayuda.


PD.: Un día para gritar juntos.





7 comentarios:

Melània dijo...

Hola, me encanta la cita de Frida Kahlo, que cierta es!. Participar, para mi, significa que existe un objetivo que va más allá de ti mismo. Conseguir eso, ya es media terapia. Besos

Ana dijo...

Creo que, efectivamente, cuando somos partícipes de algo nos sentimos mejores. A mí me pasa aunque en los peores momentos siempre tengo la tendencia a dar un paso atrás. No debería.
Un abrazo.

Walden dijo...

Trascender a sí mismo, efectivamente, es una buena definición sobre participar. También soy de tu opinión respecto a lo que adelantamos en la terapia cuando conseguimos que se de ese paso.
Un beso Malània.

Walden dijo...

Hola Ana.

Nos sentimos mejores, sí, hace muchos años que sabemos que eso es así, lo difícil es vencer los inconvenientes que ofrece la no-participación, que son espejismos, pero espejismos muy llamativos.

Un abrazo amiga.

Irreverens dijo...

¡Cuán cierto todo!
:)

Yo "amurallé" mi yo más íntimo durante un tiempo y confirmo que esa presunta seguridad que te dan los muros levantados por la no implicación en tu propio entorno acaba convirtiéndose en una soledad tremenda, donde solo acabas escuchando tus pobres pensamientos, que a su vez van realimentando tu propia decadencia.

Los "riesgos" de implicarnos y participar son, quizás, la decepción, el no obtener lo que se esperaba o el invertir mucha energía, pero debemos contemplar también las "ganancias": conocer nuevas amistades, alegrar a los demás, ayudar en las pequeñas cosas, estar ahí y simplemente arrimar el hombro para descargar el peso demasiado grande que aplasta a otra persona...

Me costó derribar mis murallas. Mucho. Y a veces siento que me vuelven las ganas de levantar otras nuevas pero luego recuerdo ese sordo silencio que se adueña de ti al estar aislado... y eso sí que da yuyu.

:)

Perdona el tostón, querido. Hoy me has inspirado.

Por cierto, si alguien no se ha leído "El caballero de la armadura oxidada", se lo recomiendo encarecidamente.

Un besazo, Walden.

Irreverens dijo...

¡Cuán cierto todo!
:)

Yo "amurallé" mi yo más íntimo durante un tiempo y confirmo que esa presunta seguridad que te dan los muros levantados por la no implicación en tu propio entorno acaba convirtiéndose en una soledad tremenda, donde solo acabas escuchando tus pobres pensamientos, que a su vez van realimentando tu propia decadencia.

Los "riesgos" de implicarnos y participar son, quizás, la decepción, el no obtener lo que se esperaba o el invertir mucha energía, pero debemos contemplar también las "ganancias": conocer nuevas amistades, alegrar a los demás, ayudar en las pequeñas cosas, estar ahí y simplemente arrimar el hombro para descargar el peso demasiado grande que aplasta a otra persona...

Me costó derribar mis murallas. Mucho. Y a veces siento que me vuelven las ganas de levantar otras nuevas pero luego recuerdo ese sordo silencio que se adueña de ti al estar aislado... y eso sí que da yuyu.

:)

Perdona el tostón, querido. Hoy me has inspirado.

Por cierto, si alguien no se ha leído "El caballero de la armadura oxidada", se lo recomiendo encarecidamente.

Un besazo, Walden.

Walden dijo...

Jo, Irre, qué bien lo has explicado.

Sí, leí y recomendé muchas veces el librito (lo tengo en la consulta), pero luego dejé de mandarlo y lo sustituí por otros.

Un beso.